sábado, 29 de febrero de 2020

Cuando abrí los ojos por la mañana, lo primero que hice fue marcar el número de teléfono de mi padre e intentar llamarlo. Hasta que no apareció la chica de ayer no me había dado cuenta de lo sola que me sentía. De cuánto echaba de menos a mi gente. Tampoco sé nada de Nando desde hace dos semanas, cuando hablamos por teléfono. Habíamos quedado en seguir hablando, pero un par de días después de encerrarme en casa dejé de saber nada de él. Con mis cacaos mentales de supervivencia ni siquiera me había acordado del que había sido algo parecido a mi novio.
El teléfono de mi padre no daba llamada. Otra vez que no iba a hablar con él, como cada vez que lo había intentado en las últimas dos semanas. Intenté llamar a Nando. Apagado.
Suspiré. Esta es mi nueva vida.
Cuando reuní fuerzas, me incorporé en la cama y miré por la ventana.
Mi invitada seguía ahí. Estaba mirando mis plantas. Seguí observándola un rato, ¿intentaría robarme? La verdad es que el día anterior no había hecho ningún movimiento raro, además Perita estaba muy tranquila. Sólo cuando llegó la chica, olisqueó un poco tras la puerta y volvió a tumbarse en el sofá. Yo diría que es una buena señal.

Al cabo de un rato en el que ella observaba mi patio y yo la observaba a ella, se sentó, sacó algo de comida de su mochila y comenzó a comer. Era el momento. Me vestí y bajé al salón, escopeta en mano.
-Hola. A ver... Necesito saber si llevas algún tipo de arma.
Cuando vio la escopeta abrió los ojos de una forma desmesurada. Lentamente, sacó de su bolsillo una navaja de mariposa. Tenía una hoja de unos quince centímetros en la que había algo grabado.
-Déjala en la ventana. Bien. ¿Alguna otra?
-No.
-Vale, ahora necesito que te quites la ropa.
-¿Perdona?
-Lo siento. Tengo que asegurarme. Puedes dejarte la ropa interior. Si no te convence mi hospitalidad, puedes saltar la verja e irte. Lo entenderé.
Mostrarme tan dura era una prueba bastante difícil para mí, pero ahora todo era diferente. La chica comenzó a desnudarse. 
-Cuando te vayas quitando la ropa, da la vuelta a los bolsillos y agítala, por favor.
Lo hizo minuciosamente. Llevaba cosas bastante útiles en los bolsillos, pero nada de armas. Tenía un cuerpo atlético pero no trabajado, con la musculatura que da una buena genética. Eso sí, tenía gran parte de su cuerpo tatuado.
-Gracias. Vístete y vacía tu mochila ahí, sobre la mesa que hay bajo la ventana, por favor.
Así lo hizo. Una manta, algo de comida, agua, un martillo y algo de ropa de recambio.
-Deja el martillo en la ventana y aléjate por favor.
Obedeció dócilmente. Cogí tanto el martillo como la navaja y los dejé encima del mueble de la televisión.
-Ahora sí, buenos días. ¿Un café?
-¿Piensas dejarme aquí y que hablemos siempre a través de una ventana?
-Ha sido jodido buscar formas de sobrevivir. Te vas a quedar ahí hasta que sepa que no eres un peligro.
-No estoy infectada.
-Vale. Voy a desayunar. ¿Quieres el café o no?
Asintió con la cabeza. Me dirigí a la cocina sin cerrar la ventana.
-Me llamo Paula.
-Yo Alba. Bienvenida a mi humilde morada.

Desayunamos y almorzamos juntas, siempre separadas por la ventana. Aceptó de buen grado su cuarentena, lo que fue una oportunidad perfecta para conocernos mejor.
-Bueno, cuéntame Paula, ¿quién eres? ¿De dónde vienes?
-Vengo de la zona antigua, San Lorenzo. Trabajo, bueno, trabajaba allí en mi mismo barrio, en un bar de cócteles. Decidí quedarme en casa, como tú. Pero la comida se acabó. Me tiré a la calle en busca de algo para comer, ahí fue cuando me di cuenta de que el mundo había cambiado. Hablaron por televisión del Ejército, del toque de queda, de que nos protegerían. Pero ya no queda nada.
-Pero hace poco que el presidente dio el comunicado oficial...
-Ya no hay Gobierno, los militares que prometieron protegernos nos roban y nos asesinan, eso si no nos violan antes. Cuando salí en busca de comida encontré lo peor de la gente. Por casualidad llegué a una zona de abastecimiento y robé algunas provisiones. Tres raciones de comida del Ejército, ya ves, para poder sobrevivir hasta que pudiera solucionar mi situación. Llevaba días sin probar bocado.
Los últimos rayos de sol de la tarde iluminaron la ira que invadió su rostro. Las condiciones que había vivido no tenían nada que ver con las que había vivido yo.
-Me descubrieron -prosiguió- me dispararon y me dieron caza. Una bala me rozó. Corrí y corrí como pude. He conseguido darles esquinazo. Hasta ahora.
-¿Y el resto de heridas?
-He tenido que esconderme en sitios complicados.
-¿Necesitas algo más para curarte?
-Estoy bien.
Asentí.
-Aquí estás a salvo. Intenta descansar. Puedes usar el desagüe como baño estos días. Cualquier cosa que necesites, sólo tienes que tocar la ventana.

Intente dejar que descansara, hasta la noche estuve dentro, pendiente de la ventana. A Perita no le gustaba estar encerrada, pero era algo puntual. Vi que Paula se tumbó, pero cada vez que escuchaba un ruido se levantaba sobresaltada. La metralla que la vida deja en nosotros, sobre todo en tiempo tan complicados como estos.
Yo estaba destrozada con todo el estrés de tener una huésped desconocida en el patio, así que decidí irme a la cama pronto. Antes de irme a dormir le ofrecí algo de comida y pregunté si necesitaba algo.
Mañana será su último día de cuarentena. Es colaboradora, y con ese martillo y esa navaja podía haberme dado muchos problemas.
Creo que merece una oportunidad.

viernes, 28 de febrero de 2020

Hoy es un día especial, por lo menos antes lo era. Parece que el clima quiera ayudar a que siga siéndolo.
A primera hora, apareció un vehículo militar por mi calle. Esa calle por la que no pasa nadie, que ni siquiera está asfaltada. Iban dos soldados armados en la parte trasera, más el conductor. Tenían cara de pocos amigos, mirando alrededor, intentando que no se les escapara nada. Los vi desde la ventana de arriba, la de mi habitación, paso mucho rato al día allí, es el punto desde donde puedo ver toda la calle. Cuando pasaron los soldados, me quedé medio agazapada para que no se percataran de mi presencia. Supongo que seguirán formando parte de ese ejército que vela por nosotros. Pero sólo supongo.

Pasé la mañana cuidando un poco mis plantas, abonándolas, regándolas. Tengo algunas en el patio y otras, de interior, en el despacho dónde estudio, en la planta de arriba. Allí entra un sol de puta madre. Vivir en Andalucía es una maravilla, muchos nos consideran los paletos de España, pero cuando vienen no se quieren ir. Casi no tengo plantas de decoración, la mayoría son de consumo. Si alguien me preguntara si podría vivir de mis plantas, la respuesta es un NO rotundo. Pero es verdad que de vez en cuando me gusta comer algo de lo que tengo plantado.

Después de comer lo que me tocaba, volví a subir a mi ventana. A veces me veo a mí misma como la vieja del visillo. Quién volviera a los días de los memes. Estuve leyendo un rato El arte de la guerra. Me encanta el punto de vista de este señor, no sólo para la guerra, sino para la vida. Quizás sea porque la vida también es una guerra.
Seguía inmersa en Sun Tzu a media tarde cuando escuché alguien corriendo por la calle. Al ser tierra y estar todo en silencio, se escuchaba desde lejos. La vieja del visillo volvía al ataque. Por la esquina de la primera casa apareció una chica, efectivamente corriendo, pero cojeando. Parecía que también estaba sangrando.
-¿Pero qué cojones...?
Todo se está yendo a la mierda pero yo sigo siendo enfermera. No podía dejar a esa chica por ahí corriendo y herida. Pero, ¿de qué huía?
A tomar por culo.
Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta del patio. Le faltaban diez metros para llegar a la altura de mi casa.
-¡Tú! ¡Por aquí! Ven, ¡ya!
Se le abrieron los ojos como platos y se desvió para entrar. Cuando ya estaba dentro, volví a bloquear la puerta y la miré. Me estaba mirando cómo preguntándose quién era yo, de dónde había salido y por qué le había abierto la puerta. Eché una mirada de arriba a abajo y vi que tenía varias heridas. Entonces fue cuando me di cuenta de lo gilipollas que había sido. Sin mediar palabra, salí corriendo como alma que lleva el diablo, me metí en casa y bloqueé la puerta tras de mí.
-Por favor, ábreme. Me persiguen, por favor. -Suplicó detrás de la puerta.
Abrí la ventana para hablar con ella.
-Si alguien te esta persiguiendo, quédate callada y sentadita ahí en el sofá. Cuando pase el peligro hablamos.
Fui a buscar gasas y clorhexidina, y se las dejé en la ventana. Tenía que se curarse las heridas.

Subí a mi ventana vigía de nuevo. Desde ahí escuchaba que la chica seguía callada en el patio. ¿Estaría contagiada? ¿Me habría contagiado?
Durante el resto de la tarde y el principio de la noche, el tráfico de vehículos se intensificó en mi calle y las calles colindantes. Se han seguido escuchando vehículos hasta bien entrada la madrugada. A cosa de las 11 de la noche, le dejé en la ventana a mi huésped algo de comida y una botella de agua. Purificada del grifo, por supuesto. Además, le dejé una manta y una nota indicándole que durmiera tranquila que hablábamos por la mañana.
Por lo que vi en el documental y sabiendo que tiene heridas abiertas, voy a dejarla en cuarentena un par de días en el patio. Después ya veremos, habrá que ver si es buen huésped y qué intenciones tiene.
Hace una hora que no se oye ningún vehículo cerca. Quizás sea un buen momento para intentar dormir.

jueves, 27 de febrero de 2020

Vale, no puedo volver a hacer ese mal uso del poco alcohol que tengo en casa. Habría estado curioso haber acabado inmersa en un coma etílico unas horas después de haber salvado el culo a base de cuchilladas. Además este dolor de cabeza no me deja pensar.

Esta mañana ha habido varios cortes de luz. Era cuestión de tiempo que esto ocurriera. Estoy comenzando a no fiarme del agua, pero tengo lejía para potabilizar el agua que coja del grifo. Desde hace unos días tenía algunas tareas pendientes respecto a la casa de Fran. A primera hora de la mañana he cogido algo de comida y agua para llevar al coche. Seguía donde lo dejé, en la misma forma que lo dejé. Le hierba crece, por lo que cada vez está más escondido. He aprovechado para dejarlo cinco minutos arrancado, si quiero usarlo algún día tiene que tener batería, sino es un mueble.
Después he desmontado sus máquinas de gimnasio para llevarlas a casa. Todo es musculatura. Para hacer algo de ejercicio aeróbico me he marcado una ruta en casa que pasa por las escaleras. No es mucho, pero necesito moverme y mantener un poco la forma. Estos días la ruta ha sido un poco más corta. He obviado la parte del patio, esta refrescando y no me gustaría resfriarme. Yo tengo un problema: bronquitis crónica. Si me resfrío, se me deriva en bronquitis y me pongo muy mal. Pero sobre todo, mi tos es muy escandalosa. Tengo que intentar no llamar la atención más de la cuenta y tengo que intentar no enfermar. Creo que en este nuevo mundo no hay mucha ayuda posible.

El resto de la tarde lo he pasado familiarizándome con la escopeta. Conseguí en uno de los pocos ratos que hubo electricidad, descargar un vídeo para ver un poco sus partes y cómo funciona. Los días de aprendizaje también son importantes.

miércoles, 26 de febrero de 2020

Aún no había amanecido cuando Perita me ha despertado con un gruñido. En un tono muy bajo, pero no paraba de gruñir. Perita es una perra muy bien adiestrada a la que enseñé a no ladrar (los vecinos no siempre son amigables). Que Perita gruña no es habitual y sólo pueden significar malas noticias. He mirado por la ventana de mi habitación, ya que se encuentra en el piso de arriba y veo algo de la calle. Pero aún era noche cerrada y no he distinguido nada.
Con todo el sigilo del que fui capaz bajé las escaleras. Al llegar al salón casi me caígo al suelo del temblor de piernas. A través de la ventana, en la oscuridad, pude distinguir una figura parada frente al cristal intentando ver algo del interior.
Mi vecino. Era mi vecino el Zfir. Supo por donde me fui y ha tardado tres días en plantarse en mi patio, dentro de mi casa.
Me senté en el último escalón de la escalera. Tenía que pensar algo rápido y sigiloso. Madre mía. Un Zfir en mi patio. Un descuido como el del domingo podía costarme la vida. Tenía que hilar todo muy bien para quitármelo de en medio.
Tenía la Bersa, pero no podía usarla a tontas y a locas. Nunca antes había disparado un arma y está claro que no le iba a reventar la cabeza de primeras. Eso le daría ventaja sobre mí. El factor sorpresa tenía que darme la victoria a mí.
Fui a la cocina y desmonte el recogedor de barrer. El palo era de metal, medianamente resistente para hacerme una especie de lanza. Con cinta aislante, mucha cinta aislante, fijé mi cuchillo más robusto a un extremo del palo de metal. Tendría que servir.
Me situé tras el cristal de la ventana. Mi vecino Zfir estaba ahí plantado, delante. Con toda la sangre fría que puse reunir llamé con los nudillos en mi lado del cristal. Necesitaba que ese bicho acercara su cabeza entre los barrotes de la ventana.
Cuando el Zfir escucho el sonido en la ventana, enseñó los dientes hacia mi dirección (aunque no podía verme) y lanzó un gruñido. Su cara tomó una expresión de rabia y odio que yo no había visto nunca. Estaba enfadado, me estaba buscando y quería encontrarme para despedazarme. ¿Acaso sería posible que con su frustración aumentara su crueldad?
Agarró con sus manos, pálidas y acartonadas, los barrotes de la ventana y se acercó lentamente, intentando ver si yo estaba allí. Cogí un buen puñado de aire, lo retuve y lo solté lentamente hasta que no quedó nada dentro de mí. Todo lo rápido que fui capaz, abrí la ventana con la mano izquierda mientras con la derecha le asestaba una puñalada con mi lanza improvisada. Le clavé el cuchillo justo bajo la mandíbula, con una trayectoria ascendente. Pero no había entrado hasta el fondo. Joder. El Zfir lanzó un gruñido, que pareció un grito de frustración. Comenzó a soltarse de los barrotes. Mierda. Se llevaba mi arma. Rápidamente, eché mano del palo del recogedor y con todas mis fuerzas intenté clavarlo hasta el fondo.
El Zfir dejó de moverse y yo me quedé frente a la ventana, de pie y jadeando. Joder.
Mi miseria no había terminado aún.
Aunque el Zfir no se movía, cogí la Bersa y salí fuera. Era el momento de probar a disparar mi pistola nueva. Estaban despuntando los primeros rayos del amanecer. Sin perder de vista su cabeza ni sus manos, cogí al Zfir y lo saqué de casa arrastrándolo. Una vez fuera y a varios metros de la puerta de mi casa, tiré hacia atrás de la corredera de mi pistola, apunté a su cabeza y apreté el gatillo. Todo se convirtió en un volcán de trozos viscosos y sangre. A tomar por culo.
Entré en casa y me metí directamente en la ducha. Necesitaba sentir sobre mi cuerpo correr el agua caliente.

Tras vestirme, me he sentado en el sofá y me he quedado ahí sin saber muy bien que hacer. He matado a una persona. O he matado a un muerto. No lo tengo muy claro. Para relajarme, mientras miraba al infinito desde el sofá, me he servido una copa de vino. Quizás pudiera pensar algo mejor.
Sobre las doce de la mañana, después de haber vomitado parte de la botella de vino que me he bebido, me he quedado dormida abrazada a Perita. Por primera vez desde que cerré las puertas de mi casa, he dormido profundamente.
Ya veremos que hago con mi conciencia cuando me despierte.

martes, 25 de febrero de 2020

Me ha costado un par de días salir de mi estado catatónico-jodido por el susto que me llevé el domingo. Realmente me asusté con mi vecino el Zfir. Suerte que tenía a mis chicas aquí para animarme. Me han dado poder para seguir haciéndome fuerte.
El tema de las armas no es tan fácil como pueda parecer. La pistola era una Bersa. No tengo ni idea de si es buena, mala o peor. Pero es un arma.
Me descargué los manuales, los leí y llevo todo el día viendo vídeos a la vez que intento desmontar y montar la Bersa, sin perder ninguna pieza por el camino. Ha sido difícil, varios muelles y tornillos han salido disparados. He gastado prácticamente todo el día en desarmar y rearmar la Bersa dos veces. Pero cuando terminé la segunda todo me había quedado un poco más claro. Mañana me toca hacerme amiga de la escopeta.
Cuando ya había anochecido y estaba terminando con el segundo rearme de la Bersa, se ha escuchado claramente una ráfaga de disparos.Hace una semana todo eran ruidos, ambulancias, gritos. Pero desde hace unos días atrás todo está mucho más silencioso. Es escalofriante y por las noches intento tapar el silencio con al televisión. Esta noche, los disparos han sonado muy cerca de casa, seguidos de un derrape. En mi fuero interno, quiero pensar que son fruto del ejército salvando a los ciudadanos de los Zfir. Pero sin quererlo, los disparos me traen a la cabeza las patrullas ciudadanas de las que había oído hablar en televisión. ¿Y si alguien descubre que sigo aquí? Y que tengo comida. ¿Querrán ser amigos, o enemigos?
Los ruidos, las ráfagas de disparos se han repetido hasta entrada la noche.
Pasar desapercibida es mi mejor opción.

-INVESTIGAR ESCOPETA.

domingo, 23 de febrero de 2020

Hoy me he venido arriba, me he envalentonado y he ido a investigar más casas. Mi urbanización comprende 7 casas adosadas que están en fila. La número 1 hace esquina y al bordearla se llega a las puertas de atrás de cada casa. Mi casa es la nº 7, pero no hace esquina, continúa con otras casas que ya no son de mi comunidad. Tampoco tiene puerta de atrás, ni piscina y es la más pequeña.
Hace días que no veo ni rastro de ninguno de mis vecinos. El último al que vi fue Fran y se estaba yendo.

A primera hora de la mañana me aventuré a saltar la tapia que unía la casa de Fran con la del siguiente vecino. Todo lo que consiguiera me vendría bien. Estuvo interesante.
Obviamente yo no tenía llave de esa casa, pero decidí ir a echar un vistazo, quizás tuvieran herramientas por el patio. Y las tenían. Me adueñé de una radial, alicates, cuerdas y algunos destornilladores. Cuando quise mirar un poco más de cerca la casa me di cuenta que la puerta tenía una entrada para perros. Una americanada que me iba a venir de perlas. La puertecita estaba clausurada desde dentro, pero con un par de martillazos la abrí y entré en la casa. Me sentía toda una ladrona, allanamiento de morada en toda regla.
Me llevé la poca comida no perecedera que encontré. Nada de agua a la vista. Seguí investigando la casa, guardando en mi mochila las cosas útiles que iba encontrando. El premio gordo estaba en una habitación de la planta superior donde había varias vitrinas. En su interior estaban una escopeta de un solo tiro, una escopeta corredera y una pistola de 9mm.
-Cazador… me vas a salvar la vida.
La escopeta de cañón largo estaba agujereada, eso significaba que no me serviría para nada. Pero las otras dos armas estaban en perfecto estado. Aún funcionaba Internet, iba a necesitar descargar unos manuales y ver vídeos sobre cómo utilizar esas dos monerías.
No era ninguna experta, pero sabía perfectamente que para poder disparar necesitaba munición. Además munición específica de cada una de ellas. A partir de ese momento puse la casa patas arriba. Busqué en el salón, el despacho, la cocina. Hasta en los cuartos de baño. Nada, en ningún sitio.
La suerte se apiadó de mi cuando, a punto de desistir, eché un vistazo en las mesitas de noche. Ahí estaban. Guardé toda la munición que encontré y me dispuse a salir de la casa.
Era solamente la una del mediodía cuando volví a salir por la puerta del perro. Le había cogido el gusto a lo de investigar y pensé ¿Por qué no? Podía echar un vistazo en la siguiente casa y volver a mi hogar antes de que anocheciera. Craso error.
Subí a la siguiente tapia con mi escalera y me senté antes de bajar. El sol era delicioso y apetecía estar fuera de casa. Ese momento de relajación pudo costarme la vida. Una mano agarró mi pantalón y tiró de mí hacia abajo. Por suerte, la tapia era alta y la mano agarró la tela de mi pantalón solo con la punta de los dedos, por lo que con el tirón se soltó fácilmente.
Era un Zfir, y por mi torpeza había estado a punto de destrozarme. Tanto preparar comida y planes B, para relajarme al sol al alcance de un levantado. Soy gilipollas.
El Zfir era mi vecino. Tenía pinta de que había enfermado, se había quedado en casa y había muerto. Y resucitado. Ahí había estado vagando hasta ahora, que lo que hacía era dar saltitos para intentar cogerme. Aunque llevaba armas, no olvidemos que yo no sabía utilizarlas y podía ser que me explotara las manos antes de explotarle la cara al Zfir.

Decidí volver a casa sigilosamente. Salté las tapias de vuelta que se interponían entre el Zfir y mi casa. Pensativa, me encerré. No quería sol, ni salir, ni investigar. Mi estupidez casi me cuesta la vida. Sólo me apetece meterme en la cama y dormir, a ver si se me pasa la gilipollez.

-MANUALES DE ARMAS.

sábado, 22 de febrero de 2020

Hoy se ha emitido en la cadena nacional un programa especial sobre el L-Fir25 durante toda la mañana. El bloque central del programa era el seguimiento de un paciente desde su infección hasta su muerte. Escalofriante.

-Miles de millones de personas han sido infectadas por el L-Fir25. -Comenzaba la entradilla que la reportera, Ángela Robles, hacía del programa- Miles y miles de personas han fallecido y siguen haciéndolo. Nos hemos desplazado hasta el Hospital de Valencia, uno de los puntos más afectados de España, para tener un cara a cara con el temible firiovirus. Estaremos acompañados por la Doctora Elisabeth Blanco, especialista en enfermedades infecciosas y el enfermero Rafael Fuentes. Estos profesionales serán los encargados de hacer todo lo posible por la vida de nuestra paciente. Haremos un seguimiento de salud a Catalina, la única superviviente de una familia que ha sucumbido en su totalidad frente al firiovirus.

Al principio la paciente no presentaba ningún tipo de síntoma, pero si mucho miedo. Ha visto a su familia morir y conoce cuál será su futuro. Ahora está acompañada de cuatro personas que no conoce y que, sabe realmente, están ahí para grabar como muere.
-Es una gran labor para el mundo y la investigación. Tu valentía ayudará a salvar a millones de personas de una muerte segura. -Animaba la reportera tras su mascarilla.
-No quiero morir. No quiero morir.
Los ojos de la chica se movían desorbitados, desesperados, sabiendo cual era el final de todo esto.
Las horas iban avanzando y su desesperación se convertía en una pena sorda y sosegada. De forma repentina, a las once horas de comenzar la grabación, llegó el malestar, dolores, fiebre.
-¿Qué sientes Catalina?
-Tengo mucho frío, me encuentro mal -sollozaba
-38'8°C de fiebre y subiendo. Palidez, malestar. - Relataba Rafael, el enfermero.
- Vamos a intentar controlar la fiebre. Administra un gramo de paracetamol intravenoso.
La chica comenzó a llorar de nuevo, pero esta vez con mucha menos fuerzas. Los escalofríos y la fiebre fueron en aumento durante la noche, pero una vez administrada la medicación sólo quedaba esperar.

-¿Cómo habéis afrontado el firiovirus en los hospitales? -Continuaba la entrevista a los sanitarios.
-Con resignación. Luchas por la vida de tus pacientes pero el enemigo es más fuerte que tú.
-Habéis perdido muchos compañeros por el camino.
-Bueno -respondía el enfermero- las medidas de protección son muy importantes, pero no infalibles. Nosotros estamos cada día frente a frente con el firiovirus y eso es un riesgo constante. También lo es para los reporteros, agentes de seguridad...
Un vómito estrellándose contra al pared interrumpió la conversación. Ya habían pasado 17 horas desde el comienzo de la grabación y 6 horas desde el comienzo de la fiebre.
-¿Doctora?
-Vamos a ponerle una ampolla de ondasetron intravenoso.
El enfermero asintió, esquivando los vómitos que la paciente repartía a diestro y siniestro.
No paró de vomitar hasta media hora después. El malestar continuó en forma de náuseas con dolor abdominal que hacían a Catalina retorcerse sobre la cama.

Los sanitarios y la reportera salieron a por algo de comida al office de la planta, dejando al cámara con Catalina. Cuando esta comenzó a calmarse, el cámara hizo una ronda de grabaciones por la habitación: paredes, sueros, camilla, la paciente. En uno de los planos cercanos de Catalina se vio cómo un hilo de sangre salía de su nariz, recorriendo su cara.
-¿Pero qué cojones...?
Al mover la cámara se vio como estaba dejando un charco sanguinoliento donde tenia apoyada la cabeza, probablemente saliendo por su oído.
-¡Eh! ¡Eh! ¡Venid, ayuda! ¡Chicos! ¡Chicos!

Los dos sanitarios entraron corriendo, seguidos de la reportera, que se sitúo a un lado de la camilla esperando que le enfocase el cámara. La doctora hizo un reconocimiento de la paciente buscando los orificios sangrantes.
-¿Constantes?
-40'3ºC, 139 latidos por minutos, presión arterial 176/108, saturación...

Un vómito de sangre a presión, que cayó casi completo sobre la reportera y el cámara, ensordeció la conversación. Ángela palideció con el vómito encima y el cámara se quedo petrificado. Catalina comenzó a convulsionar de una forma realmente violenta. Todo se sumió en el caos.
-5mg diazepam rectal, ¡ya!
Rafael administró la medicación como pudo pero las sacudidas no paraban. Después de dos minutos que parecieron eternos, Catalina quedó desplomada y el monitor se volvió plano. Ángela se apoyó contra la pared y se dejó caer.
-Hora del fallecimiento -relató Elisabeth, la doctora, en voz alta- 14 horas y 18 minutos, 26 horas tras el comienzo de la grabación, 15 horas tras el comienzo de los síntomas. Tras la administración de medicación los síntomas no han mejorado, concluyendo en el fallecimiento de la paciente.

Rafael estaba realizando las llamadas pertinentes para activar el Protocolo de fallecimiento por firiovirus y Ángela, que no podía hablar, abrió la ventana de la habitación buscando un poco de aire.
La mano de Catalina comenzó a moverse de forma casi imperceptible, después siguió un giro de su cabeza hacia la reportera. Sus ojos inyectados en sangre se entrecerraron, cualquiera diría que con rabia. En unos segundos se levantó, dirigiéndose hacia la ventana. El enfermero se le echó encima, pero no pudo evitar que fracturara el cuello a la reportera con un rápido movimiento y la tirara al vacío.
-¡Fuera de aquí! ¡Fuera! -gritaba la doctora mientras salía por la puerta de la habitación. El cámara corría de espaldas grabando lo que dejaba atrás.
Rafael forcejeaba en el suelo con lo que quedaba de Catalina mientras el cámara salía por la puerta grabando las últimas imágenes del interior de la habitación. Lo último que se vio fue al Zfir que acababa de nacer arrancando de un mordisco el deltoides al enfermero que horas antes le había cuidado.
Momentos después, entraba el equipo de Seguridad en la habitación (tarde) abatiendo a tiros tanto al Zfir como al enfermero moribundo.

Tras varias horas de documental, mi sensación era de haber visto una película de terror. Nuestra vida, mi vida, se ha convertido en una película de terror. Cualquier Zfir intentará matarme. Sea quien sea.
El futuro es o ellos o yo.

viernes, 21 de febrero de 2020

Desde las 10 de la mañana, cada hora, cortan la programación televisiva para emitir un mensaje del Gobierno. Supongo que, cuando Pedro Sánchez fue investido como presidente después de Reyes, no se imaginaba que iba a tener que enfrentarse a una crisis como esta. Y mucho menos que 44 días después de su investidura iba a tener que emitir un mensaje de emergencia en todas las cadenas de televisión.

Pedro básicamente dice, cada hora, que la situación de salud pública está muy jodida. Que si estás enfermo vayas al hospital, si no estás enfermo te quedes en casa, y si te da miedo quedarte en casa o no tienes comida, te vayas a la facultad de Medicina o a la facultad de Derecho. También Pedro avisa de que las calles se han vuelto muy inseguras y que se ha declarado el Estado de sitio. Por el bien de la ciudadanía nos exhortan a no salir de casa a partir de las 19:00 para que sea más sencillo eliminar a cualquier ser de dudosa naturaleza.
Por último, Pedro nos indica que si vemos uno de esos seres de dudosa naturaleza, los ciudadanos debemos colaborar con las fuerzas de seguridad, dándoles información para eliminarlos. Da unas pautas claras, que si algún ser querido muere cerca y se levanta, no nos acerquemos, salgamos corriendo y avisemos a alguien.
Sobre todo que, una vez se levantan, ya no son nuestros amigos, conocidos o seres queridos.

Comienza el racionamiento. He decidido tener abierta una garrafa de agua, que voy a ir rellenando del grifo. El agua corriente es potable así que no hay problema. Como tengo lejía alimentaria, si en algún momento tengo dudas sobre la fiabilidad del agua, la utilizaré. Espero que el suministro siga funcionando. Pero si no, tengo mucha agua.
-Perita, tú también vas a beber agua del grifo.
Por cómo me miró, estoy segura de que si hubiera podido me habría dicho "esa para ti, zorra". En fin.
Respecto a la comida, tengo la nevera y el congelador lleno, por lo que voy a ir comiendo esa comida exclusivamente. Tengo muchísimas latas, pero si hubiera un corte de luz, Dios no lo quiera, tendría que tirar kilos y kilos de comida. Así que decidido.

En cuanto a ocio, de momento estoy bien. Tengo electricidad, así que de momento intento informarme online o por tv de como van las cosas ahí fuera. Estoy bastante tranquila, tengo a mis chicas y, si me quedara sin electricidad, yo me entretengo fácil. Además, hace un par de horas traje una de las máquinas del gimnasio de mi vecino, además de sus pesas. 
Tengo asuetos suficientes para pasar aquí una temporada. Hay otras cosas que no me preocupan, tengo algún cargador de luz solar para seguir escribiendo y leyendo mi e-book. Además, tengo un Camping Gaz para calentar comida si me quedara sin electricidad.
Bueno, y velas. Muchas velas. Por fin van a servir de algo todas esas velas que siempre me han regalado y que tenía puertas por la casa.
Estos son los recursos que tengo en casa. De casa de Fran he salvado algunos utensilios que podrían venirme bien: cuatro cajetines de cerillas, dos cuerdas, tres mosquetones y alguna cosa más.

En los próximos días, me gustaría ver las siguientes casas, pueden darme muchísimas posibilidades y resolver una duda que tengo últimamente. Creo que estoy descuidando mi defensa personal. Si alguien intentara asaltar mi casa, estaría más indefensa de lo que me gustaría. Tengo que pensar en ello.


-MEJORAR DEFENSA PERSONAL.




jueves, 20 de febrero de 2020

He pasado estos días haciendo unos arreglos. Tenía unas escuadras enormes en casa, a las que he dado forma de U y he taladrado a cada lado de la puerta. Dos en la parte superior y dos en la inferior. Con las guías de los dos toldos puedo afianzar la puerta de entrada al patio, de hecho, ya los tengo desmontados (en realidad es increíble lo que una puede hacer con tiempo y un destornillador eléctrico).
En el interior de la casa he puesto 4 escuadras, igual que en la puerta de fuera. Para esta puerta tengo reservadas unas tablas de palet, de 7 cm de grosor que sobraron de unas estanterías artesanales. Me las regaló y montó mi padre. Espero que esté bien.

Mientras montaba las escuadras por la mañana, hacía un sol delicioso y he abierto la puerta de la entrada para ver si había mucho movimiento fuera. Es raro que pase gente por mi calle. A pesar de vivir a 10 minutos del centro, es una calle secundaria y sólo pasamos por aquí los mismos vecinos.
Por eso mismo, me extrañó cuando, a mitad del día, comenzó a escucharse alboroto. Asomé un poco la nariz, con más miedo que valentía.
-¡Fran! ¿Qué tal?
-¿Qué pasa vecina? ¿Estás de manitas, no?
-Bueno...
-¿Te vas a quedar, no? Yo me voy a casa de mi madre. Allí, con ella, voy a estar más tranquilo de que no le pase nada. Ya está más mayor...
-Vale, yo vigilo tu casa, no te preocupes. Si entra alguien seré yo a darme un baño en la piscina.
-Jaja, con el día que hace no estaría mal. Escucha, si necesitas algo, saltas. Hay una llave de la casa dentro de la barbacoa. Cualquier cosa, entra sin problema, es tu casa.
-Gracias Fran. Cuídate, ¿vale?
El vecino de la casa de al lado asintió mientras comenzaba a andar hacia su coche.
-Por cierto, niña -giró la cara hacia mi mientras se subía al coche- deberías tener la puerta cerrada.

Sin darse cuenta, Fran me dio la solución a una de mis grandes incógnitas. No me había olvidado de que, si tengo que bloquear las puertas de casa, no tendría ninguna otra salida. Pero teniendo la opción de la casa de al lado es diferente. La ventana de mi dormitorio da justo al tejado que cubre el porche de mi patio, desde donde se puede llegar al patio de la casa de al lado. Para terminar de dejar atado mi plan B, después de comer algo comencé a retirar la reja de la ventana de mi habitación a martillazo limpio. Cuando lo conseguí decidí quedarme tranquila el resto de tarde, estaba destrozada del esfuerzo. Además, al día siguiente quería investigar mis posibilidades.
Estuve viendo noticiarios y programas especiales hasta bien entrada la noche. Firiovirus y Zfir en China, Europa, España. En ciudades muy afectadas en las que aún no se ha impuesto toque de queda, los vecinos estaban formando patrullas ciudadanas, sobre todo en las madrugadas, para enfrentarse a los Zfir que pudieran quedar sueltos. Miles de imágenes llenaban mi cabeza. Me desperté de madrugada, con el cuerpo lleno de dolores y aún con el corazón desbocado de haber estado huyendo de los levantados en mis pesadillas. Como pude, me arrastré hasta la cama, pero mis sueños no fueron mucho mejores.

Esta la mañana cogí a Rati, una mochila y una escalera. Con ella, subí a la tapia. Peligroso cuanto menos.
Nota mental nº1: Poner una escalera a cada lado de la tapia.
Antes de entrar, dejé preparada dicha escalera en el lado de la tapia de Fran, para la vuelta. La llave estaba donde dijo, así que entré. Investigué un poco la cocina en busca de cosas que me sirvieran: en la nevera había bastante comida, cogí la que estaba sin abrir, el resto la tiré. De la comida enlatada, me llevé una parte y dejé otra, vendría bien rellenar la reserva para dejarla un poco más completa. Al final, no me sirve tener allí diez latas de maíz y ninguna de carne.
Nota mental nº2: Llevar a casa del vecino algo de comida enlatada para posible emergencia.
El siguiente descubrimiento me hizo bailar por toda la cocina: Fran también tenía agua embotellada. Dejé un paquete allí y otro lo preparé para llevarlo a casa. En la planta superior estaba el dormitorio de Fran, que también podría llamarse la leonera de Fran, y su baño con un montón de ropa sucia, muy sucia, que voy a obviar. Lo interesante estaba al otro lado. Donde debía haber un vestidor, Fran había montado un gimnasio. Tenía sólo dos máquinas, pero eran muy completas. Me senté en el suelo, frente a ellas, sopesando la posibilidad de ir allí a entrenarme para que mi encierro fuera más llevadero. Cualquiera diría que soy una chica acostumbrada al deporte, pero nada más lejos de la realidad. Llevaba años sin practicar deporte, aunque hace tiempo lo hacía asiduamente. Aunque viendo el camino que estaba llevando la sociedad, sí que creía que me vendría bien. La única y gran contra era que no sabía si me sentiría muy cómoda abandonando tanto mi casa para ir a la de Fran. Finalmente, decidí desmontarlas y llevármelas a casa en los próximos días.
Nota mental nº3: desmontar las máquinas de gimnasio para ponerlas en mi habitación de invitados.
Salí de allí para volver a casa. Habían pasado varias horas y quería estar en casa antes del atardecer, no me sentía muy segura fuera de casa durante la noche.
En la planta baja, cuando estaba a punto de salir de casa, me percaté de una puerta que no había visto anteriormente. Estaba medio escondida, junto a la escalera, pero con la llave puesta. Sentí algo extraño que me subía desde las piernas a los hombros. Si esa puerta era lo que yo pensaba que era, iba a darme muchas, muchas opciones. Giré la llave y abrí la puerta. La luz entró a raudales. BINGO. Era la puerta de atrás. Mi cabeza iba a toda velocidad. El coche en la delantera de la casa podía estar perdido, pero allí no. El sol estaba comenzando a esconderse. ¿Sería muy precipitado? Quizás pero, mientras más días pasaran más miedo me iba a dar arrancar el coche y llevarlo, aunque sólo fuera dar la vuelta a la manzana.
Sin pensarlo más, dejé esa puerta abierta y fui corriendo a casa a por las llaves del coche. Ni siquiera solté a Rati. Se venía conmigo. Cuando arranqué, salí derrapando en la tierra. Sólo tenía que bordear las 7 casas adosadas que conformaban mi comunidad, pero se me hizo eterno. Aparqué el coche junto a la puerta que había dejado abierta y eché un vistazo antes de cerrar con llave. Parecía que mi coche no se veía mucho con los arbustos. Genial.

Entré con los nervios en el estómago por la adrenalina que me había provocado la situación, pero sintiendo mucha paz interior. Me gustaba tener un plan C. Me gustaba mucho.
Nota mental 4: Cargar el coche con provisiones de emergencia.

Estoy cenando y estoy destrozada. Necesito organizarme, necesito organizarlo todo bien y necesito descansar para tener la cabeza despejada y olvidar nada.


-PLAN DE RACIONAMIENTO DE COMIDA/AGUA/OCIO

martes, 18 de febrero de 2020

Esta mañana, la prensa digital ha amanecido con una noticia capaz de dejar en shock a cualquier lector.
Al parecer, esta madrugada ha sido bastante movida en la ciudad de Barcelona. Un “levantado” consiguió escapar del hospital Clínico y, no se sabe muy bien cómo, dio con otro que vagaba por los jardines de Monserrat. Juntos comenzaron su camino infernal. Se dirigieron hacia la avenida Joseph Tarradellas buscando, repito, BUSCANDO, personas vivas. A los que encontraban los asesinaban a golpes, incluso desmembrándolos. 
La gente que los vio desde su ventana, alertados por los gritos, dicen que se organizaban perfectamente. Como si hablaran todo lo que iban a hacer. Parece descabellado, ¿verdad? Yo tampoco me lo creería si no fuera por los vídeos que circulan por la red y los noticiarios, en los que se ven perfectamente como atrapan a personas de una forma ORGANIZADA.

En el vídeo más difundido, se ve a un chico sentado en el suelo detrás de un coche aparcado, escondiéndose.
-Lo venían persiguiendo desde la esquina. El nen les ha sacado ventaja y se ha escondido ahí. –susurraba el improvisado cámara.
A los pocos segundos se veía aparecer por la famosa esquina a los dos perseguidores. A pesar de la oscuridad parecían muy ágiles para estar muertos, pero muy torpes para estar vivos. Daba la sensación de que querían correr pero no podían y, en su lugar, se acercaban a una especie de marcha rápida desestabilizada. Al acercarse a su objetivo (¿cómo habrían detectado su cercanía?) y enlentecer su marcha, parecía que su estabilidad había mejorado.
-Lo han encontrado nen, lo han encontrado.
Cada uno de los levantados rodeó el coche por un costado y el chico comenzó rápidamente a escabullirse por debajo. En respuesta, uno de los perseguidores se subió encima del capó del coche. Y se quedó allí.
-Pero ¿qué cojones está pasando? – el hombre que grababa parecía realmente desesperado por la escena. A mí también se me estaba descomponiendo el cuerpo. Tanto por lo que estaba viendo como p por lo que significaba.
El levantado que había rodeado el coche, comenzaba a arrastrarse por donde se había escabullido el chico unos momentos antes. Este, sin ver rastro del otro, intentó salir de su escondrijo por el lado contrario, sin saber que había alguien esperándole.
- No, no, nen no…
Cuando consiguió sacar medio cuerpo de debajo el coche, el levantado lo cogió del cuello y, a la fuerza, terminó de sacarle de su escondrijo. Forcejearon hasta que llegó el otro levantado y juntos, pudieron hacerse con él. Mientras uno le golpeaba la cara contra el capó del coche, el otro forzaba sus brazos cruzados en la espalda, tirando se sus muñecas, hasta que terminó desencajándolos. Acto seguido, comenzó a darle puñetazos en las piernas.
La imagen se perdió al moverse la cámara, transmitiendo la desesperación del señor que grababa. Cuando volvió a grabar, sólo se veía un cuerpo desmadejado tirado en el suelo.

Tras el final de las imágenes, soy incapaz de recordar cuanto tiempo estuve acariciando a Perita en silencio. La prensa y las redes los llaman los Zfir. Pero, ¿son zombies? ¿Están completamente muertos? ¿O estamos matando a nuestros familiares, amigos, vecinos, que sólo han enloquecido y necesitan ayuda?
¿Qué son capaces de hacer para hacernos daño? ¿Por qué esa saña?
Sólo puedo hacerme preguntas y más preguntas, cuando debería mover el culo para mantenerme cuerda.

Por cierto, hoy terminé el “acristalamiento” del patio, al final no ha quedado nada mal. Tardé dos días, pero me siento algo más segura. Creo que debería añadir algunas mejoras más respecto a autoprotección. Seguiré reflexionando sobre ello.
Mientras, acabo de volver a intentar llamar a mi padre. Esta vez no salía ocupado, daba señal pero no lo cogía nadie. Tras el segundo intento he dejado el teléfono sobre la mesa. Ojalá esté bien.
Ojalá.

domingo, 16 de febrero de 2020

Es domingo y, aunque ha hecho un sol estupendo toda la mañana, es cierto que no lo he disfrutado todo lo que me hubiera gustado. Ya desde primera hora he decidido tomarme el primer día de mis "vacaciones" con calma. En primer lugar, he decidido hacerme un hueco en las redes sociales para intentar llenar un poco el tiempo que voy a estar aquí. No sé si alguien encontrará mi instagram interesante, pero creo que para mi puede ser entretenido. Durante el resto de la mañana, mis chicas y yo nos hemos quedado en la cama remoloneando hasta bien tarde. Haberme dedicado a ellas ha hecho que desconecte un poco de todo lo que está pasando. Echaba tanto de menos poder pasar tiempo con ellas...

Mis chicas son multiespecie. La mayor es una ratita encantadora y con muchas pelotas llamada Rati. La reina de la casa. La más mimada.
Mi otra chica se llama Perita y esta es su historia. 
Llegué a Santander hace cuatro años en busca de una oportunidad para trabajar y, sobre todo, de puntos para la Bolsa de Empleo. No conocía a nadie. Mi timidez y desconfianza en los demás hacía que mi ocio fuera prácticamente en soledad. Las tardes que no trabajaba, iba a pasear por los jardines del Piquío, en la playa del Sardinero. El final de España.
Una de esas tardes, al caer la noche, inicié el camino de vuelta a casa. Iba andando por la acera y cuando pasé junto a unos contenedores de basura escuché casi ahogado el chillido de un animal pequeño. Paré en seco y miré hacia ambos de la calle. No había nadie cerca. En un alarde de valentía me acerqué a la basura haciendo pinza con el dedo pulgar y el anular para tocar el mínimo posible aquel desastre al quitar la primera bolsa de basura, que chorreaba y todo.
Ahí estaba. Con los ojos cerrados, intentando moverse. Preciosa, realmente preciosa. Y sucia, terriblemente sucia. ¿Tendría pulgas? ¿Garrapatas? ¿Cómo iba a llevarme a este bicho sin un sitio donde meterlo?
-¡Eh! ¡Tú! ¿Qué haces ahí?
Un tipo se acercaba en mi dirección con formas poco amistosas. Sin pensar, cogí al sucio cachorro de perro que no llegaba a un mes, lo envolví en MI CHAQUETA, y salí de allí a paso ligero para llevarlo a casa. Hasta hoy.
Estos dos animales me han dado la vida. A veces son divertidas, a veces cariñosas. Pero siempre, siempre, están ahí conmigo.

Hemos pasado el día de forma relajada. No quería ponerme manos a la obra para preparar mi confinamiento. No tenía fuerzas. He dado un baño a Perita con los últimos rayos de sol y pasé el resto de la tarde informándome sobre qué va pasando ahí fuera. Algunos de los infectados que se suponen muertos siguen levantándose y ensañándose hasta la muerte con las personas que tienen más cerca. Con los nuevos protocolos y el equipo de seguridad hospitalario reforzado, no está siendo demasiado complicado acabar con ellos. En Córdoba, en el Reina Sofía, se han dado 7 casos y uno fuera del hospital. ¿Cómo? Pues no se sabe muy bien, pero se supone que las autoridades sanitarias lo están estudiando. Según la prensa, en otras ciudades españolas, sobre todo de gran tamaño, se está dando un gran número de casos de "levantamientos" fuera de hospitales. Y eso si es peligroso, porque es descontrolado.

Mañana voy a intentar proteger un poco los muros del patio para evitar sustos inesperados. En primera instancia, la idea es romper algunas botellas de cristal y pegar los trozos al borde del muro con silicona. Mucha silicona. Pero claro, ¿silicona? Parece lo más cutre del mundo, pero soy enfermera, no albañil. No puedo ponerme a cimentar la parte superior del muro porque, básicamente, no sé hacer cemento.
No soy experta en doce oficios diferentes, ni una superviviente de manual, ni la protagonista de una novela de aventuras. Estas son las medidas que puedo tomar y son con las que voy a intentar proteger mi casa y mi familia. A toda costa.


-ORGANIZAR SIGUIENTES REFORMAS

sábado, 15 de febrero de 2020

Ha llegado el momento. Sólo espero que todo salga bien y que dure el menor tiempo posible.

Todo ha comenzado esta mañana. Era media mañana y estaba en la puerta de urgencias. Acabábamos de parar a descansar cinco minutos en los que no teníamos pacientes, cuando ha sonado el teléfono de la supervisora de urgencias. Entre nosotras se hizo el silencio y, tras unos minutos de conversación, la sangre abandonó la cara de nuestra supervisora marcando profundas ojeras bajo sus ojos.
¿Qué pensábamos que había ocurrido? Pues lo peor. ¿Qué había ocurrido realmente? Algo mucho peor.

Al colgar el teléfono Ana, la supervisora, se quedó girada hacia la puerta. Ni siquiera podía mirarnos a la cara.
-¿Vas a hablar? - Eva, una de mis compañeras, fue al grano.
-Han muerto más personas por el firiovirus.
-Ya. Cada día muere gente por el firiovirus. Pero eso ya lo sabíamos. ¿Qué ha ocurrido? – Repliqué. Algo me decía que no era tan sencillo. De la misma forma que a partir de una persona la infección fue creciendo exponencialmente, las muertes de los infectados van a seguir el mismo ritmo. Esa no es la sorpresa.
-Una señora ha muerto. Se estaba certificando la muerte cuando se ha despertado. Se ha levantado desorientada pero muy agresiva…
-¿Qué dices? – interrumpió Lucía.
-Ha agredido con una silla a la enfermera y al medico que estaban con ella.
-¿Como un zombie? – Cuando hice la pregunta estuvo a punto de darme un ataque de risa. Zombies. No me lo creo. De verdad que no.
-No. Por lo menos no como los zombies que yo veía en las películas. - La verdad es que no parecía que la supervisora se lo tomara muy a broma - Se ha despertado con las mismas ganas que si estuviera viva, pero con más mala leche.
-¿Están bien el médico y la enfermera?
Ana tardó un rato en contestar. Pienso que no sabía muy bien que decir, al final, todas somos enfermeras. Esa enfermera podría haber sido cualquiera de nosotras.
-Lucía, siento decirte que la enfermera ha muerto. Al médico lo están operando de urgencia, pero tiene mal pronóstico.
-¿Qué ha ocurrido con la zombie?
-Joder Eva, no les llames zombies. – recriminé medio en estado de shock.
-Seguridad la ha abatido a tiros.

El silencio cayó sobre la habitación, como un manto. Todas nos trasladamos mentalmente a esa habitación de hospital, donde había muerto gente. Debió ser un infierno. De repente me di cuenta de que estaba luchando contra el enemigo en primera fila y sentí miedo. No quería estar ahí. No quería estar dentro de lo que estaba ocurriendo. Solo quería huir lo más lejos posible. Que esa mujer se hubiera levantado no era lo normal. La gente estaba muriendo, sólo muriendo. No podía ser normal.
-Ana.
-¿Sí?
-De todos los fallecidos, ¿en cuántos casos ha ocurrido esto? – pregunté.
-En Córdoba uno de momento. En España ya van 18.

“Hay un porcentaje muy pequeño en que la enfermedad se complica. Si ves algo raro en una persona que ya lleva tiempo enferma, vete a casa, quédate allí y no salgas.”

A lo largo de la tarde se dieron dos casos más de resurrecciones en Reina Sofía. Se van a adoptar protocolos diferentes frente al firiovirus. Sobre todo en materia de seguridad.
Cuando ha terminado mi turno he salido por la puerta del hospital sin pena ni gloria. El trayecto a casa ha sido complicado, con tanta histeria la gente conduce fatal. El ambiente estaba cargado, denso. Desagradable. Ni siquiera he llevado música en el coche, simplemente me he dejado envolver por la oscuridad de la noche, por la tensión del ambiente. El trayecto se me ha hecho extrañamente corto, quizás porque estaba envuelta en esa extraña atmósfera.
Acabo de entrar en casa y de cerrar la puerta de entrada, tengo la sensación de que por un buen periodo de tiempo. Mi siguiente turno en el hospital es dentro de seis días, habrá que ver qué ha ocurrido para entonces. De momento, voy a centrarme en cuidarme a mí y a mi familia.

Buenas noches.

jueves, 13 de febrero de 2020

Estoy en el trabajo. Hoy ha saltado en prensa la noticia que todos temíamos: ha fallecido el primer infectado en España. El señor de Mallorca.
La situación en general no es alentadora, hay varios miles de personas hospitalizadas en España que padecen de firiovirus y siguen siendo mínimos los casos de recuperación. Es nuestro país, el Hospital Vall d’Hebron, el Hospital Doce de Octubre y el Hospital Virgen del Rocío están uniendo fuerzas para la investigación junto con Alemania, Francia y China, para buscar una solución al L-Fir25.
En el Hospital Reina Sofía hay 73 personas ingresadas con firiovirus confirmado que luchan por su supervivencia. De esas personas, 16 son profesionales que cuidaban o diagnosticaban a los enfermos. Son malos tiempos para el personal sanitario. Espero que no lleguen a escasear las medidas de protección.

Por otro lado, el recuento de ayer fue muy positivo, Podría tener comida y agua para al menos 4 meses sin ningún tipo de racionamiento. Espero que antes de esos 4 meses la situación se haya solucionado y podamos volver a la normalidad.
Ojalá pudiera describir las ganas que tengo de abrazar a mi padre.


miércoles, 12 de febrero de 2020

-LLAMAR PADRE
-INFORMAR A NANDO
-PONER UNA LAVADORA
-ORGANIZAR CAJONES DEL SALÓN



Ayer fue un día sembrado de desazón. El alcance del firiovirus crece de forma imparable, como una bola de nieve rodando cuesta abajo.
Por la mañana fui al estudio aunque no tenía citas programadas. De momento se terminó ese trabajo. No, no es por mi paranoia, es por la de los dueños.
-Vamos a cerrar durante un par de semanas. Nos vamos al pueblo, con los padres de Jose.
Vaya forma de comenzar la mañana. Adiós, euros, adiós.
-¿Pero y los clientes? ¿Las citas?
-Han cancelado todos. La gente prefiere quedarse en casa, al menos, los que se tatúan con nosotros.
-Bueno, avisadme cuando queráis abrir de nuevo.

La despedida no se dilató mucho y quedamos en vernos cuando volvieran de Baena. Tenía la sensación de que esto iba a dilatarse en el tiempo. ¿Qué parte era sólo histeria y qué parte era real? Yo no quería encerrarme en casa, por lo menos hasta que fuera estrictamente necesario. Pero cada vez más gente de mi alrededor decidía atrincherarse y era inevitable pensar si no estaría pasándome de valiente.

Salí del local y el fresco de la mañana trajo algo de aire a mis ideas. De camino al coche marqué el número de teléfono para llamar a mi padre. Aún no había conseguido hablar con él.
-Alba
-Papá, ¿cómo están las cosas por allí?
Su suspiro pareció eterno.
-Difíciles. ¿Cuándo tienes que ir al hospital?
-Mañana y el sábado. Después no vuelvo hasta el viernes de la semana que viene.
Mi padre chasqueó la lengua. Se ve que no le hacía mucha gracia que fuera a trabajar al foco de las enfermedades. A mi tampoco, pero en estos momentos es cuando más enfermeras hacen falta.
-¿Os han dado la información confidencial del firiovirus?
-Los equipos de protección, los síntomas y eso.
-Vale. Escúchame bien porque te la voy a dar yo. Hay un porcentaje muy pequeño de personas donde la enfermedad se complica. Si ves algo raro en una persona que ya lleva tiempo enferma, vete a casa, quédate allí y no salgas.
-Pero en el hospital me van a necesitar. Además seguramente me echarían del trabajo y sabes cuánto me ha costado conseguirlo.
-Eso ya lo solucionaremos después. Ahora, vas a ir a hacer una compra por si tienes que quedarte en casa un tiempo.
-Ya tengo compra, además, estamos a fin de mes. Con lo que tengo es suficiente. –Un cartel de neón rojo en el que se leía BANCARROTA brillaba en mi frente.
-Voy a hacerte un ingreso ahora y quiero que ese dinero lo uses para comprar más comida y las medicinas que usas para la bronquitis.
-Bueno ahora veo qué puedo hacer. Tengo que dejarte, voy a subirme en el coche. Vamos hablando, ¿vale?
-Vale. Muy bien. Te quiero.
Antes de ir a casa fui a la farmacia y pasé por un par de tiendas que pillaban cerca del estudio y volví a hacer una compra. Más agua. Más comida. Más más más. Si la situación comienza a mejorar no se que voy a hacer con tanta comida. 
Todas las tiendas estaban abarrotadas y me iba a tocar esperar un buen rato. Pensé en ir a casa de Nando al terminar, no quedaba muy lejos. Vivía en una casa antigua prácticamente en el centro de la ciudad. Eso significaba que el coche hay que meterlo en la casa también, porque en la calle no cabe. Finalmente decidí llamarlo al llegar a casa, tenía más necesidad de ordenar la compra y ver lo que tengo.
-¿Te vas a llevar todo eso?
Di un respingo del sobresalto. Joder, el tipo casi me provoca un infarto.
-¿No es mucho para ti?-siguió en sus trece.
-Eso es problema mío, caballero.
-Nos vas a dejar a los demás sin nada.
La hostilidad era patente en su tono de voz, así que decidí no tentar a mi suerte. Mientras el rabioso hostigaba a los demás en mi contra con comentarios como “vosotros tampoco vais a poder llevaros nada” o “vuestra familia se va a quedar sin comida por una niñata”; terminé mi compra, pagué y salí de la tienda. No sin antes dejarle un regalo al gilipollas del día.
-La próxima vez, madruga un poco más.

No miré atrás ni aflojé el ritmo hasta que estaba en casa. Necesitaba tomarme un respiro esa tarde.


-ORGANIZAR COMIDA

sábado, 8 de febrero de 2020

-COMPRA MATERIAL BRICOLAJE ¿COMIDA?
-RUBIA AL VETE 19H [COLLAR ANTIPULGAS]
-COLGAR CUADROS
-CITAS PIERCING 16H, 16:30H, 17H


No sé si me estoy volviendo loca o es que realmente la histeria está a punto de llegar. Cuando fui a la compra ya escaseaban algunos productos en los grandes almacenes. Arrasé con los que quedaban, incluido más pienso de perro y de rata, y me fui a un par de tiendas de mi barrio, a por el resto. Esas si estaban bien abastecidas. La broma me salió cara, me estoy quedando más pobre que las ratas y estoy comenzando a arrepentirme de mi paranoia catastrofista, pero no puedo dejar de pensar en comprar más cosas. ¿Me habré dejado algo sin comprar? Sí, probablemente sí. Quizás esta tarde vuelva a ir de compras, tras las citas del estudio.

El L-Fir25 está resultando ser extremadamente contagioso. China, Mongolia y Rusia cuentan sus infectados por miles. También aquí en España el número de personas afectadas por el virus sigue subiendo. Lentamente, pero subiendo. Los casos bajo sospecha se cuentan por decenas. Los niños que vienen a urgencias con síntomas de Firiovirus se derivan directamente al Hospital Reina Sofía, que ha sido designado como centro de control del L-Fir25 en Córdoba.
En estos días debería llamar a mi padre para ver como llevan los cuerpos de seguridad del Estado todo lo relacionado con el firiovirus.


-LLAMAR PADRE

jueves, 6 de febrero de 2020

Son las 6 de la mañana. Acabo de despertarme boqueando como un pez, buscando aire. La maldita canica ha vuelto, esa canica que ya pensaba olvidada ha vuelto para darle luz a una gran verdad. De hecho ha venido a estamparse contra mi cabeza con tanta fuerza, que creo que me ha hecho un chichón.
El pánico aún no ha cundido, pero se está fraguando. Cuando el miedo se vaya extendiendo llegará un momento en el que alcance su punto álgido y... explotará.

Cuando abran las tiendas iré a hacer una compra de las de mucho tiempo sin salir. Quizás todo se solucione, pero quizás no. Las crisis las creamos nosotros mismos con nuestros miedos, y ahora el miedo está presente.


-HACER COMPRA DE ABASTECIMIENTO.
-CITA CON MÓNICA A LAS 18H.

miércoles, 5 de febrero de 2020

-HACER LA COMPRA
-PONER LAVADORA
-SESIÓN DE JARDINERÍA
-LIMPIAR BAÑOS


-¿Llegará hasta aquí? – preguntó Nando mientras tomábamos el sol, sentados en mi patio. 
Me encontraba tumbada a todo lo largo de un banco de madera, con la cabeza apoyada en las piernas de Nando. Él se encontraba sentado, recostado en la pared, acariciando mi pelo. El atardecer estaba dejando paso al frío, pero queríamos aprovechar los últimos rayos de la tarde cuando entramos en el tema de conversación de moda. 
-Puede ser, pero ya estábamos advertidos.
Él me miró desde arriba, con sus redondos ojos marrones que llevaban la curiosidad escrita en ellos.
-Venga, Nando, no puedo creerme que después de semanas sabiendo que hay un virus matando gente en China, vamos a fingir que no sabíamos nada. Deberíamos haber aprendido de lo que ha pasado allí y haber creado protocolos, adoptado medidas.
-Claro. Si nos morimos todos, encima será culpa nuestra.
Ahí estaba de nuevo su indignación. Su eterna compañera. Decidí responderle con mi indiferencia, al menos de momento.

Hace un par de días se detectó el primer caso de L-Fir25 en España, concretamente en la isla de Mallorca. El miedo está cundiendo como la pólvora, sobre todo en las Islas Baleares. De repente, el firiovirus chino está en nuestro país y el miedo a la muerte se hace patente. El señor infectado en cuestión era un hombre de negocios que viajaba recurrentemente. En su último viaje a Tokio se ha topado de frente con la nueva enfermedad y se la ha traído en la maleta en su vuelta a España. La historia del resto de Europa. Desde que saltó la noticia a primera hora de la mañana, han surgido unos 7 millones de españoles expertos en L-Fir25, instruidos por la manipulación de cientos de noticiarios que circulan por la web. Se conoce que Nando es el 7,000.001.

-Tampoco sabemos si la muerte es segura. -Dejé a un lado la indiferencia. - Lo están estudiando.
-Supongo que sabes algo al respecto, ¿no Alba?
-Un poco más que tú, pero sólo un poco.
Pum.
-¿Podrías iluminarme, por favor?
-A ver, el firiovirus de Harbin es muy contagioso y muy letal, pero debemos esperar un poco para tener datos más precisos sobre su mortalidad. Se piensa que su origen fue algún animal de un mercado clandestino –echó una mirada recelosa a Perita, que estaba tomando el sol tumbada en el suelo.- Tranquilo, Perita no ha estado en China últimamente. En fin. Los primeros síntomas tienen que ver con fiebre, sangrados, síntomas respiratorios y digestivos. Respecto a su evolución está llegando poca información, se sabe que algunas personas mueren y otras se recuperan. Simplemente, si te encuentras mal ve al hospital.
-Personas que mueren. ¿Cuántas?
-De momento algo más de dos mil.
-¿Y recuperados?
-Tres.
-¿Mil?
-No, tres.
El abatimiento ensombreció su rostro. La verdad es que el L-Fir25 era un tema delicado. Muchas muertes. Mucho secretismo a su alrededor. Ahora tenemos un caso cerca, quizás eso nos dé más información al respecto. Solo el tiempo dictará si esa información es buena o mala.

Una idea muy pequeña, del tamaño de una canica, comenzó a hacerse hueco entre mis pensamientos. Una inquietud, una sospecha. 
Nando cortó el crecimiento de esa canica poniendo una mano sobre mi pierna. Lo miré.
-¿Qué te parece si nos olvidamos un poco de esto yendo a tu cama?
-Es un poco temprano para dormir, ¿no crees?
-Algo se nos ocurrirá.

La verdad es que no volví a saber nada de mi canica.