miércoles, 26 de febrero de 2020

Aún no había amanecido cuando Perita me ha despertado con un gruñido. En un tono muy bajo, pero no paraba de gruñir. Perita es una perra muy bien adiestrada a la que enseñé a no ladrar (los vecinos no siempre son amigables). Que Perita gruña no es habitual y sólo pueden significar malas noticias. He mirado por la ventana de mi habitación, ya que se encuentra en el piso de arriba y veo algo de la calle. Pero aún era noche cerrada y no he distinguido nada.
Con todo el sigilo del que fui capaz bajé las escaleras. Al llegar al salón casi me caígo al suelo del temblor de piernas. A través de la ventana, en la oscuridad, pude distinguir una figura parada frente al cristal intentando ver algo del interior.
Mi vecino. Era mi vecino el Zfir. Supo por donde me fui y ha tardado tres días en plantarse en mi patio, dentro de mi casa.
Me senté en el último escalón de la escalera. Tenía que pensar algo rápido y sigiloso. Madre mía. Un Zfir en mi patio. Un descuido como el del domingo podía costarme la vida. Tenía que hilar todo muy bien para quitármelo de en medio.
Tenía la Bersa, pero no podía usarla a tontas y a locas. Nunca antes había disparado un arma y está claro que no le iba a reventar la cabeza de primeras. Eso le daría ventaja sobre mí. El factor sorpresa tenía que darme la victoria a mí.
Fui a la cocina y desmonte el recogedor de barrer. El palo era de metal, medianamente resistente para hacerme una especie de lanza. Con cinta aislante, mucha cinta aislante, fijé mi cuchillo más robusto a un extremo del palo de metal. Tendría que servir.
Me situé tras el cristal de la ventana. Mi vecino Zfir estaba ahí plantado, delante. Con toda la sangre fría que puse reunir llamé con los nudillos en mi lado del cristal. Necesitaba que ese bicho acercara su cabeza entre los barrotes de la ventana.
Cuando el Zfir escucho el sonido en la ventana, enseñó los dientes hacia mi dirección (aunque no podía verme) y lanzó un gruñido. Su cara tomó una expresión de rabia y odio que yo no había visto nunca. Estaba enfadado, me estaba buscando y quería encontrarme para despedazarme. ¿Acaso sería posible que con su frustración aumentara su crueldad?
Agarró con sus manos, pálidas y acartonadas, los barrotes de la ventana y se acercó lentamente, intentando ver si yo estaba allí. Cogí un buen puñado de aire, lo retuve y lo solté lentamente hasta que no quedó nada dentro de mí. Todo lo rápido que fui capaz, abrí la ventana con la mano izquierda mientras con la derecha le asestaba una puñalada con mi lanza improvisada. Le clavé el cuchillo justo bajo la mandíbula, con una trayectoria ascendente. Pero no había entrado hasta el fondo. Joder. El Zfir lanzó un gruñido, que pareció un grito de frustración. Comenzó a soltarse de los barrotes. Mierda. Se llevaba mi arma. Rápidamente, eché mano del palo del recogedor y con todas mis fuerzas intenté clavarlo hasta el fondo.
El Zfir dejó de moverse y yo me quedé frente a la ventana, de pie y jadeando. Joder.
Mi miseria no había terminado aún.
Aunque el Zfir no se movía, cogí la Bersa y salí fuera. Era el momento de probar a disparar mi pistola nueva. Estaban despuntando los primeros rayos del amanecer. Sin perder de vista su cabeza ni sus manos, cogí al Zfir y lo saqué de casa arrastrándolo. Una vez fuera y a varios metros de la puerta de mi casa, tiré hacia atrás de la corredera de mi pistola, apunté a su cabeza y apreté el gatillo. Todo se convirtió en un volcán de trozos viscosos y sangre. A tomar por culo.
Entré en casa y me metí directamente en la ducha. Necesitaba sentir sobre mi cuerpo correr el agua caliente.

Tras vestirme, me he sentado en el sofá y me he quedado ahí sin saber muy bien que hacer. He matado a una persona. O he matado a un muerto. No lo tengo muy claro. Para relajarme, mientras miraba al infinito desde el sofá, me he servido una copa de vino. Quizás pudiera pensar algo mejor.
Sobre las doce de la mañana, después de haber vomitado parte de la botella de vino que me he bebido, me he quedado dormida abrazada a Perita. Por primera vez desde que cerré las puertas de mi casa, he dormido profundamente.
Ya veremos que hago con mi conciencia cuando me despierte.