miércoles, 12 de febrero de 2020

-LLAMAR PADRE
-INFORMAR A NANDO
-PONER UNA LAVADORA
-ORGANIZAR CAJONES DEL SALÓN



Ayer fue un día sembrado de desazón. El alcance del firiovirus crece de forma imparable, como una bola de nieve rodando cuesta abajo.
Por la mañana fui al estudio aunque no tenía citas programadas. De momento se terminó ese trabajo. No, no es por mi paranoia, es por la de los dueños.
-Vamos a cerrar durante un par de semanas. Nos vamos al pueblo, con los padres de Jose.
Vaya forma de comenzar la mañana. Adiós, euros, adiós.
-¿Pero y los clientes? ¿Las citas?
-Han cancelado todos. La gente prefiere quedarse en casa, al menos, los que se tatúan con nosotros.
-Bueno, avisadme cuando queráis abrir de nuevo.

La despedida no se dilató mucho y quedamos en vernos cuando volvieran de Baena. Tenía la sensación de que esto iba a dilatarse en el tiempo. ¿Qué parte era sólo histeria y qué parte era real? Yo no quería encerrarme en casa, por lo menos hasta que fuera estrictamente necesario. Pero cada vez más gente de mi alrededor decidía atrincherarse y era inevitable pensar si no estaría pasándome de valiente.

Salí del local y el fresco de la mañana trajo algo de aire a mis ideas. De camino al coche marqué el número de teléfono para llamar a mi padre. Aún no había conseguido hablar con él.
-Alba
-Papá, ¿cómo están las cosas por allí?
Su suspiro pareció eterno.
-Difíciles. ¿Cuándo tienes que ir al hospital?
-Mañana y el sábado. Después no vuelvo hasta el viernes de la semana que viene.
Mi padre chasqueó la lengua. Se ve que no le hacía mucha gracia que fuera a trabajar al foco de las enfermedades. A mi tampoco, pero en estos momentos es cuando más enfermeras hacen falta.
-¿Os han dado la información confidencial del firiovirus?
-Los equipos de protección, los síntomas y eso.
-Vale. Escúchame bien porque te la voy a dar yo. Hay un porcentaje muy pequeño de personas donde la enfermedad se complica. Si ves algo raro en una persona que ya lleva tiempo enferma, vete a casa, quédate allí y no salgas.
-Pero en el hospital me van a necesitar. Además seguramente me echarían del trabajo y sabes cuánto me ha costado conseguirlo.
-Eso ya lo solucionaremos después. Ahora, vas a ir a hacer una compra por si tienes que quedarte en casa un tiempo.
-Ya tengo compra, además, estamos a fin de mes. Con lo que tengo es suficiente. –Un cartel de neón rojo en el que se leía BANCARROTA brillaba en mi frente.
-Voy a hacerte un ingreso ahora y quiero que ese dinero lo uses para comprar más comida y las medicinas que usas para la bronquitis.
-Bueno ahora veo qué puedo hacer. Tengo que dejarte, voy a subirme en el coche. Vamos hablando, ¿vale?
-Vale. Muy bien. Te quiero.
Antes de ir a casa fui a la farmacia y pasé por un par de tiendas que pillaban cerca del estudio y volví a hacer una compra. Más agua. Más comida. Más más más. Si la situación comienza a mejorar no se que voy a hacer con tanta comida. 
Todas las tiendas estaban abarrotadas y me iba a tocar esperar un buen rato. Pensé en ir a casa de Nando al terminar, no quedaba muy lejos. Vivía en una casa antigua prácticamente en el centro de la ciudad. Eso significaba que el coche hay que meterlo en la casa también, porque en la calle no cabe. Finalmente decidí llamarlo al llegar a casa, tenía más necesidad de ordenar la compra y ver lo que tengo.
-¿Te vas a llevar todo eso?
Di un respingo del sobresalto. Joder, el tipo casi me provoca un infarto.
-¿No es mucho para ti?-siguió en sus trece.
-Eso es problema mío, caballero.
-Nos vas a dejar a los demás sin nada.
La hostilidad era patente en su tono de voz, así que decidí no tentar a mi suerte. Mientras el rabioso hostigaba a los demás en mi contra con comentarios como “vosotros tampoco vais a poder llevaros nada” o “vuestra familia se va a quedar sin comida por una niñata”; terminé mi compra, pagué y salí de la tienda. No sin antes dejarle un regalo al gilipollas del día.
-La próxima vez, madruga un poco más.

No miré atrás ni aflojé el ritmo hasta que estaba en casa. Necesitaba tomarme un respiro esa tarde.


-ORGANIZAR COMIDA