jueves, 20 de febrero de 2020

He pasado estos días haciendo unos arreglos. Tenía unas escuadras enormes en casa, a las que he dado forma de U y he taladrado a cada lado de la puerta. Dos en la parte superior y dos en la inferior. Con las guías de los dos toldos puedo afianzar la puerta de entrada al patio, de hecho, ya los tengo desmontados (en realidad es increíble lo que una puede hacer con tiempo y un destornillador eléctrico).
En el interior de la casa he puesto 4 escuadras, igual que en la puerta de fuera. Para esta puerta tengo reservadas unas tablas de palet, de 7 cm de grosor que sobraron de unas estanterías artesanales. Me las regaló y montó mi padre. Espero que esté bien.

Mientras montaba las escuadras por la mañana, hacía un sol delicioso y he abierto la puerta de la entrada para ver si había mucho movimiento fuera. Es raro que pase gente por mi calle. A pesar de vivir a 10 minutos del centro, es una calle secundaria y sólo pasamos por aquí los mismos vecinos.
Por eso mismo, me extrañó cuando, a mitad del día, comenzó a escucharse alboroto. Asomé un poco la nariz, con más miedo que valentía.
-¡Fran! ¿Qué tal?
-¿Qué pasa vecina? ¿Estás de manitas, no?
-Bueno...
-¿Te vas a quedar, no? Yo me voy a casa de mi madre. Allí, con ella, voy a estar más tranquilo de que no le pase nada. Ya está más mayor...
-Vale, yo vigilo tu casa, no te preocupes. Si entra alguien seré yo a darme un baño en la piscina.
-Jaja, con el día que hace no estaría mal. Escucha, si necesitas algo, saltas. Hay una llave de la casa dentro de la barbacoa. Cualquier cosa, entra sin problema, es tu casa.
-Gracias Fran. Cuídate, ¿vale?
El vecino de la casa de al lado asintió mientras comenzaba a andar hacia su coche.
-Por cierto, niña -giró la cara hacia mi mientras se subía al coche- deberías tener la puerta cerrada.

Sin darse cuenta, Fran me dio la solución a una de mis grandes incógnitas. No me había olvidado de que, si tengo que bloquear las puertas de casa, no tendría ninguna otra salida. Pero teniendo la opción de la casa de al lado es diferente. La ventana de mi dormitorio da justo al tejado que cubre el porche de mi patio, desde donde se puede llegar al patio de la casa de al lado. Para terminar de dejar atado mi plan B, después de comer algo comencé a retirar la reja de la ventana de mi habitación a martillazo limpio. Cuando lo conseguí decidí quedarme tranquila el resto de tarde, estaba destrozada del esfuerzo. Además, al día siguiente quería investigar mis posibilidades.
Estuve viendo noticiarios y programas especiales hasta bien entrada la noche. Firiovirus y Zfir en China, Europa, España. En ciudades muy afectadas en las que aún no se ha impuesto toque de queda, los vecinos estaban formando patrullas ciudadanas, sobre todo en las madrugadas, para enfrentarse a los Zfir que pudieran quedar sueltos. Miles de imágenes llenaban mi cabeza. Me desperté de madrugada, con el cuerpo lleno de dolores y aún con el corazón desbocado de haber estado huyendo de los levantados en mis pesadillas. Como pude, me arrastré hasta la cama, pero mis sueños no fueron mucho mejores.

Esta la mañana cogí a Rati, una mochila y una escalera. Con ella, subí a la tapia. Peligroso cuanto menos.
Nota mental nº1: Poner una escalera a cada lado de la tapia.
Antes de entrar, dejé preparada dicha escalera en el lado de la tapia de Fran, para la vuelta. La llave estaba donde dijo, así que entré. Investigué un poco la cocina en busca de cosas que me sirvieran: en la nevera había bastante comida, cogí la que estaba sin abrir, el resto la tiré. De la comida enlatada, me llevé una parte y dejé otra, vendría bien rellenar la reserva para dejarla un poco más completa. Al final, no me sirve tener allí diez latas de maíz y ninguna de carne.
Nota mental nº2: Llevar a casa del vecino algo de comida enlatada para posible emergencia.
El siguiente descubrimiento me hizo bailar por toda la cocina: Fran también tenía agua embotellada. Dejé un paquete allí y otro lo preparé para llevarlo a casa. En la planta superior estaba el dormitorio de Fran, que también podría llamarse la leonera de Fran, y su baño con un montón de ropa sucia, muy sucia, que voy a obviar. Lo interesante estaba al otro lado. Donde debía haber un vestidor, Fran había montado un gimnasio. Tenía sólo dos máquinas, pero eran muy completas. Me senté en el suelo, frente a ellas, sopesando la posibilidad de ir allí a entrenarme para que mi encierro fuera más llevadero. Cualquiera diría que soy una chica acostumbrada al deporte, pero nada más lejos de la realidad. Llevaba años sin practicar deporte, aunque hace tiempo lo hacía asiduamente. Aunque viendo el camino que estaba llevando la sociedad, sí que creía que me vendría bien. La única y gran contra era que no sabía si me sentiría muy cómoda abandonando tanto mi casa para ir a la de Fran. Finalmente, decidí desmontarlas y llevármelas a casa en los próximos días.
Nota mental nº3: desmontar las máquinas de gimnasio para ponerlas en mi habitación de invitados.
Salí de allí para volver a casa. Habían pasado varias horas y quería estar en casa antes del atardecer, no me sentía muy segura fuera de casa durante la noche.
En la planta baja, cuando estaba a punto de salir de casa, me percaté de una puerta que no había visto anteriormente. Estaba medio escondida, junto a la escalera, pero con la llave puesta. Sentí algo extraño que me subía desde las piernas a los hombros. Si esa puerta era lo que yo pensaba que era, iba a darme muchas, muchas opciones. Giré la llave y abrí la puerta. La luz entró a raudales. BINGO. Era la puerta de atrás. Mi cabeza iba a toda velocidad. El coche en la delantera de la casa podía estar perdido, pero allí no. El sol estaba comenzando a esconderse. ¿Sería muy precipitado? Quizás pero, mientras más días pasaran más miedo me iba a dar arrancar el coche y llevarlo, aunque sólo fuera dar la vuelta a la manzana.
Sin pensarlo más, dejé esa puerta abierta y fui corriendo a casa a por las llaves del coche. Ni siquiera solté a Rati. Se venía conmigo. Cuando arranqué, salí derrapando en la tierra. Sólo tenía que bordear las 7 casas adosadas que conformaban mi comunidad, pero se me hizo eterno. Aparqué el coche junto a la puerta que había dejado abierta y eché un vistazo antes de cerrar con llave. Parecía que mi coche no se veía mucho con los arbustos. Genial.

Entré con los nervios en el estómago por la adrenalina que me había provocado la situación, pero sintiendo mucha paz interior. Me gustaba tener un plan C. Me gustaba mucho.
Nota mental 4: Cargar el coche con provisiones de emergencia.

Estoy cenando y estoy destrozada. Necesito organizarme, necesito organizarlo todo bien y necesito descansar para tener la cabeza despejada y olvidar nada.


-PLAN DE RACIONAMIENTO DE COMIDA/AGUA/OCIO