domingo, 16 de febrero de 2020

Es domingo y, aunque ha hecho un sol estupendo toda la mañana, es cierto que no lo he disfrutado todo lo que me hubiera gustado. Ya desde primera hora he decidido tomarme el primer día de mis "vacaciones" con calma. En primer lugar, he decidido hacerme un hueco en las redes sociales para intentar llenar un poco el tiempo que voy a estar aquí. No sé si alguien encontrará mi instagram interesante, pero creo que para mi puede ser entretenido. Durante el resto de la mañana, mis chicas y yo nos hemos quedado en la cama remoloneando hasta bien tarde. Haberme dedicado a ellas ha hecho que desconecte un poco de todo lo que está pasando. Echaba tanto de menos poder pasar tiempo con ellas...

Mis chicas son multiespecie. La mayor es una ratita encantadora y con muchas pelotas llamada Rati. La reina de la casa. La más mimada.
Mi otra chica se llama Perita y esta es su historia. 
Llegué a Santander hace cuatro años en busca de una oportunidad para trabajar y, sobre todo, de puntos para la Bolsa de Empleo. No conocía a nadie. Mi timidez y desconfianza en los demás hacía que mi ocio fuera prácticamente en soledad. Las tardes que no trabajaba, iba a pasear por los jardines del Piquío, en la playa del Sardinero. El final de España.
Una de esas tardes, al caer la noche, inicié el camino de vuelta a casa. Iba andando por la acera y cuando pasé junto a unos contenedores de basura escuché casi ahogado el chillido de un animal pequeño. Paré en seco y miré hacia ambos de la calle. No había nadie cerca. En un alarde de valentía me acerqué a la basura haciendo pinza con el dedo pulgar y el anular para tocar el mínimo posible aquel desastre al quitar la primera bolsa de basura, que chorreaba y todo.
Ahí estaba. Con los ojos cerrados, intentando moverse. Preciosa, realmente preciosa. Y sucia, terriblemente sucia. ¿Tendría pulgas? ¿Garrapatas? ¿Cómo iba a llevarme a este bicho sin un sitio donde meterlo?
-¡Eh! ¡Tú! ¿Qué haces ahí?
Un tipo se acercaba en mi dirección con formas poco amistosas. Sin pensar, cogí al sucio cachorro de perro que no llegaba a un mes, lo envolví en MI CHAQUETA, y salí de allí a paso ligero para llevarlo a casa. Hasta hoy.
Estos dos animales me han dado la vida. A veces son divertidas, a veces cariñosas. Pero siempre, siempre, están ahí conmigo.

Hemos pasado el día de forma relajada. No quería ponerme manos a la obra para preparar mi confinamiento. No tenía fuerzas. He dado un baño a Perita con los últimos rayos de sol y pasé el resto de la tarde informándome sobre qué va pasando ahí fuera. Algunos de los infectados que se suponen muertos siguen levantándose y ensañándose hasta la muerte con las personas que tienen más cerca. Con los nuevos protocolos y el equipo de seguridad hospitalario reforzado, no está siendo demasiado complicado acabar con ellos. En Córdoba, en el Reina Sofía, se han dado 7 casos y uno fuera del hospital. ¿Cómo? Pues no se sabe muy bien, pero se supone que las autoridades sanitarias lo están estudiando. Según la prensa, en otras ciudades españolas, sobre todo de gran tamaño, se está dando un gran número de casos de "levantamientos" fuera de hospitales. Y eso si es peligroso, porque es descontrolado.

Mañana voy a intentar proteger un poco los muros del patio para evitar sustos inesperados. En primera instancia, la idea es romper algunas botellas de cristal y pegar los trozos al borde del muro con silicona. Mucha silicona. Pero claro, ¿silicona? Parece lo más cutre del mundo, pero soy enfermera, no albañil. No puedo ponerme a cimentar la parte superior del muro porque, básicamente, no sé hacer cemento.
No soy experta en doce oficios diferentes, ni una superviviente de manual, ni la protagonista de una novela de aventuras. Estas son las medidas que puedo tomar y son con las que voy a intentar proteger mi casa y mi familia. A toda costa.


-ORGANIZAR SIGUIENTES REFORMAS