martes, 21 de abril de 2020

No sé en que momento de la noche me dormí.
Me desperté mientras amanecía, sola, en una cama que no era mía. Perita debió asustarse con nuestra discusión y habría pasado la noche en el sofá. Por otro lado supongo que Paula no había vuelto. Sentí una desazón justo en el centro del pecho, tan profunda, que creí que me partiría por la mitad. ¿Y si le había pasado algo allí fuera?

Me levanté de su cama con el corazón partido. Sabía que Paula no iba a abandonar la finca, al menos no para siempre. Pero sí podía haberse ido unos días para no tener que despedirse de mí, no ver mi partida. No sé cuándo volvería, pero al menos, iba a intentar que todo estuviera cuidado a su regreso. No pensaba dejarla tirada, como ella decía.
Salí de la habitación como un zombie epiléptico. Me dolía todo el cuerpo. Anduve como pude por el pasillo y me asomé al porche trasero. Iba a necesitar agua. Tendría que ir sin el carro, traerla poco a poco en varios viajes. No nos quedaba mucha comida y pensaba dejarle el huerto cuidado a Paula. Iba a tener que buscar provisiones fuera de aquí. Arriesgado.

Como un alma en pena me arrastré hacia la entrada. Los brotes crecían por días y las lechugas baby empezaban a tener una pinta deliciosa. Tenía ganas de ver si esta noche habían crecido. Llegué a la puerta y al abrir, me encontré de frente con al espalda de Paula, sentada en los escalones de la entrada. ¡Estaba aquí! No se había ido, estaba aquí. Ya no me dolía nada gracias a la alegría que se instauraba en mi cuerpo, corrí (tres pasos) y la abracé con fuerza. En mi emoción, no había tenido en cuenta la inercia de mi carrera y salimos volando. Durante el breve proceso de vuelo pasaron varias cosas:
1. Paula me dio un puñetazo en la mandíbula mientras se giraba como reacción primaria, haciendo que me separase de ella.
2. Cuando terminó de girarse y me reconoció, me cogió en el aire y me abrazó para amortiguar mi caída.
Y caímos en el suelo, al final de los escalones. Ahora me dolían más partes del cuerpo que cuando me había despertado.

-¡¿Qué haces?! ¿En que piensas? ¡Me has asustado! Vaya golpe te he dado.
-Me he alegrado mucho de ver que sigues aquí...
-¿Dónde voy a estar?
-Pues no sé… Pensaba que te habías ido. No dormiste aquí.
-Si he dormido aquí, Alba. En otra habitación. 
No supe qué decir, mi estupidez había vuelto a hacer acto de presencia. De hecho en un rincón de mi cabeza sonaba una y otra vez “Sólo soy... Esa cara de idiotaaa”. Paula me sacó de mi letargo mental.
-Sigues pensando en irte, ¿verdad?
Me paré a pensar mi respuesta. Estábamos las dos sentadas en el suelo, magulladas y en silencio. Paula me miraba a mí mientras yo miraba al suelo.
-Creo que debo ir –las palabras salieron de mi boca como un susurro.
Paula asintió. Yo me estaba rompiendo por dentro. No sabía si al final del día reuniría mis pedazos, pero estas eran las palabras que tenía que decir, así que cogí fuerzas y tono para decir el resto.
-Ni en mil vidas me voy a perdonar irme dejando todo lo que hemos creado con tanto esfuerzo. Pero yo soy enfermera, Paula, prometí ayudar y cuidar a los demás. No es una profesión, es una forma de vida. Y esta es la forma en la que vivo yo. A ti también te ayudé y te cuidé un día. –Cogí aire y suspiré-. Vamos a ser honestos. El firiovirus fue una guerra que se libró, en su mayoría, en los hospitales. ¿Cuántos sanitarios crees que quedan vivos para escuchar ese mensaje? Tengo un coche, mi valentía y todo lo que tú me has enseñado, estaré bien. Eso sí, si te parece bien, preferiría que Perita se quedase contigo. Va a estar mejor aquí que allí fuera.
-Lo siento pero Perita no va a poder quedarse aquí. Me voy contigo.
-¿Cómo?
-¿Cuánto tiempo crees que duraría cuerda aquí sola? No, aún peor, con Perita. Acabaría siendo la Loca de los Perros. Voy a tener que irme contigo. Si aún deseas mi compañía, claro.
Como toda respuesta le di un abrazo.
-Sólo te voy a poner una condición: que no salgamos inmediatamente. Podíamos haber descubierto ese mensaje dentro de una semana o un mes. Pero la diferencia para nosotras es abismal. Podemos salir de aquí con un montón de comida del huerto y carne de las trampas, o sin nada.
-Me parece perfecto - contesté con una sonrisa de oreja a oreja.

Cuidamos el huerto y echamos un vistazo a las trampas. Dejamos construida otra trampa de lazo cerca para intentar aumentar nuestras posibilidades de caza. Comenzaba la operación "Y Nos Fuimos Pa Madrid". No iba a ser fácil de preparar, pero no me importaba. 

Al comienzo de la tarde estábamos destrozadas, más después de la noche que habíamos pasado. Nos hemos quedado tranquilas en el sofá y, de hecho, al poco rato nos quedamos dormidas. Nos hemos despertadi, sólo para cambiar el lugar de descanso a la cama.
Pero esta noche es diferente, hoy me duermo feliz.