domingo, 12 de abril de 2020

Mis hematomas necesitaban descansar, se acabó el huerto y los trabajos pesados unos días. Paula se ha ocupado a primera hora del riego, a ella también le iba a venir bien la pausa. Para hacer más ameno el día, subimos unas mantas y la radio a la parte superior, el mirador de la finca. Vamos a dedicarle el día a la búsqueda de transmisiones. Paula me comentó hace unos días que, conectando la radio sólo en una franja horaria estábamos reduciendo notablemente nuestras posibilidades de escuchar alguna emisión. Podía ser un buen momento para hacer un barrido durante más horas.

Las nubes se cernían sobre la torre y, tras las cristaleras redondas, podíamos ver cómo el viento azotaba las ramas de los árboles. Al poner la palma de la mano sobre el cristal lo noté helado. Helado como el interior de los supervivientes. Cristal. Metal. Miré a Paula saltando de una frecuencia a otra. Hemos tenido que adaptarnos a nuevas condiciones, nuevos retos, nuevos modos de vida. Nuevas formas de relacionarnos. También una nuevo habitat, más pura. El cielo luce limpio, la naturaleza recupera su espacio.
-¿Ideas un plan para conquistar un mundo devastado?
-¿Perdona?
Giré la cabeza hacia Paula, que sonreía negando con la cabeza.
-Estás ahí, mirando por la ventana mientras escribes a ratos. ¿Seguro que no estás planeando conquistar lo que queda de mundo? Puedo ser tu Amíntoros.
Reí con ganas.
-No... Es una especie de diario -enarcó las cejas-, empezó como otra cosa, ¿sabes? Por otros motivos. Ahora es una forma de no perder la cabeza y tener una visión global de todo lo que ha pasado. Y todo lo que sigue pasando.
-Lo cargas con la placa que pones en la ventana, ¿verdad? – Asentí -. ¿Y si se rompe, se pierde o deja de funcionar la placa?
-Tengo una libreta y un bolígrafo de repuesto- dije encogiendo los hombros-.

Paula volvió a los diales pensativa. Al final, situaciones extremas requieren medidas especiales para mantener la cordura. Paula debe tener unos pilares mentales bien cimentados para haber sobrevivido mentalmente a un mundo derruido. No sólo ha sobrevivido sola, también me ha ayudado a sobrevivir a mi. Nunca sabes cómo agradecerle a alguien que te haya salvado, ¿verdad?

Seguí observando las nubes en su movimiento hipnótico, con la estática de la radio de fondo, mientras pensaba en todo el camino hasta llegar a este punto. Mientras recordaba a mi familia, mi pueblo. Mi trabajo… qué lejano estaba. La pequeña Rati.
Las nubes se estaban acercando. Cada vez se cerraban más en torno a nuestra torre. Cuando las nubes entraron dentro con nosotras me levanté para arrastrar a Paula fuera de allí antes de que nos engulleran. Pero ella ya no estaba. ¿Dónde había ido? Bajé hasta el primer piso y lo recorrí hasta que di con ella, de espaldas a mí, mirando hacia el umbral de la puerta. Había comenzado a llover con fuerza. Las nubes tormentosas habían sumido la tarde en la oscuridad y los relámpagos iluminaban la silueta de Paula. Se giró despacio y, con un fogonazo de luz, pude ver su cara. Era un Zfir.

-Alba. Alba despierta. ¡Alba!
-No, no, no, no. Paula, no.
-Vale estoy aquí, calma. Te has dormido. Todo está bien.
Levante los ojos y me encontré con una mirada comprensiva. Incluso tierna.
-Te quedaste dormida. Sólo fue un sueño, ¿vale? Sólo un sueño.

Intenté respirar hondo para calmarme. Decidimos bajar, la tarde estaba muriendo y la torre cada vez estaba más oscura. Hice un esfuerzo por levantarme pero una mueca de dolor afloró en mi cara. Seguía hecha polvo, me dolían todos los músculos.
Paula me ayudó a bajar y fuimos directamente al dormitorio.
Mientras menos movimiento, mejor.