-¿Teníamos cordel? – Dijo Paula acercándose mientras se sacudía las manos llenas de tierra.
-Tenemos una cuerda fina. Está en el coche. Mira, a ver si te sirve. ¿Qué estás montando?
-Voy a intentar que comamos carne fresca.- Guiñó un ojo y se dio la vuelta para ir al coche.
¿Trampas? ¿También sabía cazar? ¿De dónde había salido esta chica? Sólo hacía falta que supiera disparar, fabricar una ballesta, tenga un trofeo de tiro con arco y su piel sea antirradiación para sobrevivir a una bomba nuclear. Seguro que además, tendría capacidad para salvarme a mí también. Incluso a Perita.
Directamente no me lo creo.
-¡Oye, espera! – grité mientras se dirigía de vuelta a su lugar de trabajo- ¿Sabes hacer trampas?
-No –dijo con una amplia sonrisa- pero una vez vi un documental y tengo tiempo para improvisar.
Agaché la cabeza y sonreí mientras negaba con la cabeza.
Eso ya era más normal.
Cuando terminó su “trampa improvisada” fuimos al huerto. Ha brotado todo excepto los pimientos. Así es la jardinería. Pero era increíble la forma en que, a partir de una pequeña semilla iban creciendo plantas, haciéndose fuertes. Llegamos aquí con un coche, un par de mochilas y una perra. Dos semanas después tenemos un huerto, un sistema de riego, un sistema de recolección de agua y estamos probando técnicas para conseguir carne. Tenemos todo lo que necesitamos para vivir, comenzando desde el nivel cero de tecnología. No era sencillo, pero así había venido.
Esta mañana, al salir el sol, fuimos directas a nuestra trampa. Había saltado, pero no había ningún animal dentro. Quizás había saltado por su propia presión, o el lazo no había podido alcanzar al animal.
-Voy a echarle un vistazo, quizás pueda afinarla. ¿Te quedas?
-Sólo si me enseñas cómo la has hecho.
A última hora de la tarde ya había comprendido el mecanismo de su trampa y había construido una parecida unos metros más al este. A ésta le había introducido algunos cambios, intentando suplir las carencias de la primera versión.
Aquí lo importante es comer.