miércoles, 8 de abril de 2020

Lo consiguió, no se cómo cojones lo hizo pero lo consiguió.
Después de pasar ayer todo el día metida en el pajar del tractor, a media tarde Paula vino a avisarme para que fuera a ver sus avances. Había hecho un carro. Muy rudimentario, pero se mantenía en pie y andaba. Yo aún no había terminado con el riego mediante cañas, pero me quedaba muy poco. Igual que el carro, estaba quedando muy rudimentario. Daba igual, no había más opciones, no tenemos acceso a más recursos ni más conocimientos de los que ya poseemos. A veces me siento como si viviera en la edad de piedra.

Cuando terminó su parte, Paula se fue con Perita a casa a descansar mientras yo terminaba mi invento. Por la mañana íbamos a ir a por agua e iba a ser una tarea dura, más nos valía coger fuerzas. Parecía que el carro iba a pesar bastante.
Por mi parte, yo debía terminar cuanto antes. En un par de horas caería la noche y hasta que no estuviera listo no podíamos comenzar a plantar, ni continuar con el resto de nuestras tareas.
Prácticamente era de noche cuando terminé de recoger las herramientas, una pena, casi no pude contemplar el resultado final por la falta de luz. Entré en casa viniendo de una oscuridad para adentrarme en otra. Paula había dejado cerradas todas las ventanas, supongo que vio que iba a terminar tarde y sólo si ella cerraba las ventanas, yo podría ver. ¿Por qué digo esto? Una de nuestras normas era que no se encendía ninguna luz dentro de casa, a no ser que estuvieran todas las celosías y puertas cerradas. Es increíble la distancia a la que se puede ver una luz en la noche, incluso una luz del tamaño de un cigarro encendido. 
Cerré la puerta y encendí la linterna. Todo estaba sospechosamente en silencio... No era normal estando mi perra y otra persona en la casa. Avancé con la luz de la linterna, hasta llegar al salón. En un sofá, bajo varias cabezas de ciervos, estaba Paula tumbada, profundamente dormida, y Perita durmiendo entre sus piernas. 
Cuando notó la luz, Perita levantó la cabeza mirándome con un gesto más bien molesto por haberla despertado. Lo que me faltaba, mi perra recriminándome que la despierte después de un largo día sueño y juego.
Me acerqué para asegurarme de que Paula estaba bien. Su respiración era acompasada con un ritmo tranquilo. Estaba completamente dormida. Sabía que si la dejaba dormir ahí, hoy estaría tan contracturada que no podría moverse, así que por mucho que me doliera, tenía que mandarla a la cama.
-Paula…- Susurré tocándole un hombro – Paula, vamos a la cama.
Abrió los ojos como pudo.
-¿Dónde estoy?
-En nuestra nueva casa, ¿vamos a la cama?
Me miró, como si no supiera muy bien quién era yo ni cuál era esa nueva casa. Desde el día que nos conocimos era la primera vez que no parecía un titán, sino más bien alguien frágil. También la situación era complicada, es entendible que no pareciera invencible despertándose en mitad de un sueño profundo. Todos tenemos momentos íntimos en los que no somos un muro de hormigón.
-Vamos, sí, vamos.
Se levantó medio dormida y le acompañé al dormitorio. Era muy tierno sentir a esa chica tan segura de sí misma que acababa de desmontar medio tractor, tan vulnerable. Se tumbó en la cama y le arropé con una manta. 
-Oye, -dijo entre sueños. Realmente llegué a dudar que se hubiera despertado completamente- ¿duermes conmigo, Lucía?
No, no se había despertado, ni tampoco yo sabía quién era Lucía. Lo que si sabía era que Paula había hecho mucho por mí y no me costaba nada dormir con ella. Como respuesta levanté la manta y ella se hizo a un lado.

Fue una noche extraña, me sentí realmente confortable, pero estaba nerviosa. Supongo que llevaba mucho tiempo sin sentir contacto humano, sin sentirme tan arropada por alguien.
Con los primeros rayos de sol me desperté. Soy realmente sensible a la luz cuando duermo. Mi mejor amigo siempre fue un antifaz hasta que llegó el fin del mundo. Me levanté sin hacer ruido, ya que Paula seguía dormida, y preparé algo para desayunar. Nos esperaba un día duro. 
-Buenos días Paula.
-¿Uhm?
-¿Desayunamos?
-¿Qué hora es? ¿Por qué tú estas despierta y yo no?
Solté una carcajada.
-Me vas a quitar el puesto de koala oficial del grupo. Supongo que estabas muy cansada. ¿Cómo te encuentras?
-Como nueva.
-¡Perfecto! – Contesté levantándome de la cama- Vamos a por agua entonces.

Mover el carro no era precisamente fácil, pero era aceptable entre dos personas. Llevamos a Perita suelta para que disfrutara del campo, siempre teniéndola controlada. Tardamos una media hora en llegar al río. Una vez allí, nos sentamos en la orilla a descansar y metimos los pies dentro para refrescarnos. No hacía un calor extremo, pero el sol y el esfuerzo invitaban a sentir el agua fresca. Llenamos dos garrafas y dos bidones que encontramos en la finca de un agua que esperaba más sucia. El constante flujo del río hacía que el agua corriera medianamente limpia.
El camino de vuelta fue demoledor. Tardamos una hora en recorrer la distancia que hicimos en diez minutos andando de hace unos días. Cuando conseguimos dejar el agua en la casa de herramientas nos sentamos en el suelo resoplando.
-Filtramos el agua mañana, ¿no?
-Claramente – respondí intentando recuperar el aliento. –Estoy deseando tirarme en el sofá.
-Pues tendrás que compartirlo amiga.
Nos echamos a reír.

Hemos pasado la tarde en el sofá mientras empezaban a salirnos las primeras agujetas tras el esfuerzo. Creo que debemos hacer algo más de ejercicio físico. Mañana se lo propondré a Paula. 

Súbitamente, he recordado lo que ocurrió anoche. Paula no ha mencionado nada en todo el día, ¿será porque lo vio completamente normal, porque no se acordaba o porque le daba vergüenza?
Quizás podría incomodarse si yo le sacaba el tema. Era una persona muy empática, pero tan no cariñosa como para hacer la cucharita conmigo así por las buenas. Estoy segura de que realmente pensaba que era otra persona. Lucía.
En otro momento quizás.