lunes, 6 de abril de 2020

Hemos seguido trabajando duro durante estos dos días. La limitación de los espacios del huerto con estacas se quedó terminada esta mañana y el arado hoy a mediodía. Ha sido una tarea dura y acabamos destrozadas. Por su parte, Perita ha estado atada a un árbol con una cuerda de quince metros. Con movilidad, pero sin escapismos. Su fuga nos vino muy bien pero no necesitamos más sustos de ese estilo.

El resto del día hemos estado inventando. Pasamos la mañana ideando un sistema de riego para poder mantener el huerto. No va a ser sencillo, creo que con cañas podríamos solucionarlo aunque voy a necesitar una buena forma de unirlas. He hecho un pequeño croquis para ir dándole forma.
También estamos trabajando en alguna idea para poder traer grandes cantidades de agua del manantial sin tener que utilizar el coche. Cada gota de gasolina cuenta. 
Para nuestro cometido nesitaremos un carro, a la vieja usanza. Buscamos por los edificios de la finca algún elemento que nos hiciera salir exitosas y tuvimos suerte. En el taller de herramientas encontré algo que me iba a dar la solución para las cañas: una pistola de silicona. Obviamente sabía que no disponemos de electricidad, pero sí que había otra forma de poder utilizarla: fuego. Aplicar calor a las barras de silicona.

Estaba segura de que podríamos construir el sistema de riego, pero seguíamos necesitando una forma de transportar el agua.
-Vamos al pajar - dijo Paula comenzando a andar - allí había un tractor. Si las ruedas aún tienen aire, podremos cogerlas y hacer una especie de carro. 
-Espera voy a coger la caja de herramientas.
-Vale. Me adelanto, ahora te veo.

Cuando llegué, Paula se había subido las mangas dejando sus brazos tatuados a la vista y estaba debajo del tractor. Cogí unos ladrillos que había en una esquina y los puse formando un bloque para aguantar el peso en caso de que fuera necesario. Después me quedé allí junto al tractor, con toda mi curiosidad esperando un veredicto.
-Oye Alba, – Paula se asomó desde debajo del tractor- con que dejes las herramientas cerca me vale. ¿Qué te parece si vas a buscar cañas mientras?
Me sentí igual de inteligente que un besugo.
-Sí. Sí, claro. Uhm, me llevaré a Perita. Esto... Si no necesitas nada más... Yo... Me voy yendo, sí. 

A veces me veo desde fuera y pienso que los demás deben creer que soy estúpida. Ya sabía que no teníamos prisa, pero tampoco era para quedarme allí plantada. O quizás Paula se había sentido intimidada por tenerme allí mirando. Quizás pensaba que la estaba supervisando o algo así. Me fui dándome una palmada mental en la frente y pensando que, si la estupidez humana no iba a sobrevivir en este mundo, yo estaba abocada a una muerte temprana. 

Cuando llegué junto con Perita al pequeño cañaveral, mi autohumillación ya estaba en niveles mínimos y me concentré en buscar las cañas adecuadas para mi proyecto. El trabajo me absorbió de tal forma que de repente casi era de noche. Fui a la casa pero Paula no estaba allí. ¿Se habría molestado?
Dejé a Perita dentro y fui al pajar. Paula estaba guardando las herramientas.
-Hola. ¿Qué tal vas?
-Bien, he desmontado las ruedas con el eje. Ahora sólo queda saber cómo usarlos. ¿Muchas cañas?
-Sí. Bueno. 
Paula me miró con curiosidad hasta que me atreví a verbalizar mis pensamientos.
-¿Te molestaste antes?
-¿Debí haberlo hecho?
-Cuando me dijiste que me fuera.
-Ah, no, no. –Se acercó negando con la cabeza - Sólo tengo muchas ganas de comenzar con el huerto. Pensaba que tú también querrías solucionar esto cuanto antes. Puedes quedarte mirándome trabajar sin problemas. O dormir mientras tanto si quieres. A mi no me molesta.
Sonreí.
-Gracias... ¿Vamos a cenar?