miércoles, 18 de marzo de 2020

Sigo sin muchas fuerzas para nada. Esta mañana me levanté, bebí un poco de agua y me volví a la cama. Prácticamente ni siquiera saludé a Paula. Seguía muy triste y enfadada con toda la mierda del firiovirus. No podía dejar de pensar qué era lo que había hecho para encontrarme en una situación así.
Sobre mediodía me dormí, pero todo fueron pesadillas. Paula muerta. Mi padre muerto. Nando muerto. Mis compañeros de trabajo muertos. Perita convertida en un Zfir perruno intentando matarme.
Me desperté mucho peor de lo que estaba antes de dormirme.
Volví a bajar porque la casa se me estaba cayendo encima. Me sentía encerrada. Paula estaba allí con Perita, preparando agua para regar las plantas. Me senté en el sofá, pero todo me venía mal. Todo. Me levanté y me puse a rebuscar en el cajón que había debajo de la tele, creía recordar que allí tenía una foto de Rati. Noté una presencia a mi espalda, supuse que Paula quería decirme algo.
-No te muevas. –Ordenó Paula cuando comencé a girarme. Su voz sonó fría. Me quedé quieta. – Levanta las manos.
Estaba de coña. Tenía que estarlo.
-Te he dicho que levantes las manos.
No. No estaba de broma. Súbitamente, ejerció presión en mi espalda con algo que parecía… ¿El cañón de un arma? No me lo podía creer. Había esperado paciente su momento para traicionarme. ¿Me habría robado el arma? ¿O tenía un arma que había escondido en el patio antes del requisamiento? Sólo quería pedirle que cuidara bien Perita. Sólo eso. Escuché un “clack” a mi espalda y me derrumbé mentalmente. Noté como se empapó mi espalda. Iba a desangrarme. Pero en realidad no dolía. Nunca imaginéun disparo así. Quizás estaba soñando, o ya muerta.
Yo seguí sintiendo mis brazos y mis piernas. ¿Por qué no dolía? Aún con los brazos en alto me giré y vi a Paula. No, más bien vi a la gilipollas de Paula apuntándome con una pistola de agua. ¿Pero qué cojones estaba haciendo?

Estoy segura de que mi cara era peor que la de un Zfir. Le eché una mirada asesina y ella me respondió con un chorro de agua en la cara. Joder. Me cago en la puta. ¿Qué cojones estaba haciendo?
Ni siquiera le dirigí la palabra. Me fui a mi habitación y cerré de un portazo. ¿Quién cojones se creía esta niñata para asustarme así?
Me subí a la cama y me senté en el alféizar de la ventana de mi habitación, la única sin barrotes. Puse los pies en el tejado del porche. Necesitaba un poco de aire. Estaba anocheciendo, así que me quedé viendo como el sol se iba escondiendo poco a poco. Hacía viento y ahí arriba azotaba con más fuerza. Me gustaba esa furia, iba en consonancia con la mía. 
La noche llegó y casi todo fue oscuridad. Había pocas nubes y las estrellas brillaban como nunca. A lo lejos podían distinguirse algunas luces. Supervivientes arriesgados.
Un chasquido acaba de romper el silencio de la noche. Paula, cerrando la puerta de casa. Paula.

Si ya ha cerrado significa que es tarde. Es hora de intentar dormir.