Paula se acababa de dar cuenta de que yo estaba bajando las escaleras.
-¿Cómo estás? – preguntó mientras me acercaba.
Como respuesta le di un abrazo mientras le daba las gracias en bucle. Me respondió devolviéndome el abrazo y estuvimos así hasta que dejé de llorar.
-Siento no haber estado aquí. Lo siento. Siento que hayas tenido que encargarte de todo. Sé que tú también lo has pasado mal por Rati. Aunque estuvisteis poco tiempo juntas, te adoraba. No lo olvides.
Ahora fueron sus ojos los que se llenaron de lágrimas.
Hablamos de Rati hasta la tarde. Me contó todo lo que había sentido con ella. Le conté las trastadas que había hecho de pequeña. Cómo había puesto a Perita en su lugar desde el primer momento, la primera vez que se encontraron. Un homenaje lleno de mil historias.
-Oye, perdóname por enfadarme ayer con tu broma. Me asusté. Pero sé que sólo querías animarme.
-Probablemente no estuve acertada en el momento de hacer una broma así. Te asusté en vez de animarte. Pero, ¿realmente pensabas que podría matarte?
-O robarme. O hacerle algo a Perita. O llevártela.
Soltó una carcajada.
-Estaría bien llevármela.
Yo también me reí.
-Siento haberte asustado.
Asentí con la cabeza.
Nos quedamos ahí, hablando de todo y de nada, con nuestras mantas combatiendo al frío. Acariciando a Perita y recordando a Rati. Y nada más. Nada más.
Sólo necesito, y creo que necesitamos, un día de tranquilidad. Que no ocurra nada. Que no haya dramas ni trabas. Coger un poco de fuerzas para poder salir adelante.
¿Es tan difícil?