domingo, 22 de marzo de 2020

-¿Qué tal un barco?
-¿Y si nos quedamos sin agua? – repuse.
-También podemos estar en el agua, pero cerca de tierra.
-Uhm… No sé. ¿Crees que podríamos encontrar alguna playa en Andalucía que esté muy poco poblada?
-Deja que le de una vuelta.
-De todas formas, es más importante tener cerca agua dulce que agua salada.

Después de un pequeño descanso, habíamos vuelto a nuestra vida en el punto en el que lo dejamos: preparar una futura salida de casa.
-Vamos a ver – apunté- para sobrevivir necesitamos comida y agua, agua potable. ¿Dónde podríamos encontrar comida?
-Grandes superficies, agricultura, pesca y caza.
Resoplé. Esto no iba a ser fácil.

-Podríamos quedarnos en un barco, cerca de la orilla, en algún sitio poco poblado. Tener un huerto en la tierra y pescar y tal. ¿Sabes de pesca? –Negó con la cabeza.- Bueno yo he escuchado algo. Quizás hasta haya cerca un supermercado que no esté saqueado.
-Sí. Seguro que, además, encontramos un lugar con electricidad, nevera, lavadora y secadora. Para nosotras. Barco, huerto… La vida que siempre quise me la va a dar el fin del mundo y ¡gratis! Yo diría que no va a ser tan sencillo.
-Bueno, esa sería la situación ideal. ¿Cuánto de esa situación podríamos conseguir? –Hice una pausa.- Toma, pesa esta mochila, yo creo que ya no deberíamos cargarla más.
-Once doscientos.
-Nos hemos pasado un poco. Pruébatela. ¿Qué tal?
-Bien. Va bien.
-Perfecto, vamos con la otra.

Cargamos mi mochila mientras discutíamos cuáles son las prioridades en un apocalipsis. En mi carga metimos, aparte de comida y agua, un botiquín especialmente preparado con los útiles más esenciales y el tratamiento de mi bronquitis. Podría haberlo cogido todo, pero creía que era más importante llevar comida que un enema de un litro.
Había una serie de objetos que eran imprescindibles: mechero, crema solar (el sol de Andalucía no perdona), cuerdas, pilas, linternas, recambio de ropa, cuentagotas, rotulador permanente, cinta aislante…
Pero cabían tantas posibilidades distintas… Cualquier situación podía pasar y nuestro espacio era muy limitado.
Dejamos hablado un atuendo, buscando la máxima comodidad en un clima que se preveía cambiante. Una primavera movidita.

A última hora de la tarde caímos rendidas. Habíamos tenido diferencias a la hora de pensar en prioridades. Somos dos personas diferentes, con dos experiencias distintas y prioridades diferentes. Comprensible. Hemos intentado llegar a un acercamiento y, probablemente, ha sido la mejor opción de todas. Al final, ella aportaba una visión y yo otra. Ambas son válidas.
Aún así esto es sólo el principio, aún queda mucho trabajo por hacer.