domingo, 8 de marzo de 2020

Por la mañana fui a despertar a Paula pronto, tenía un plan para ella. Hasta me hacía ilusión, la verdad. Esperaba que le gustase. 
Estaba de buen humor, así que preparé nuestro escueto desayuno. Supuse que Paula estaba dormida. No había dado ninguna señal de vida con el escándalo que había montado en la cocina, más sabiendo que su dormitorio estaba justo al lado. Llamé a su puerta.
-Uhm... Pasa- su voz parecía venir de un sueño bastante profundo.
-¡Buenos días!
Entre en su habitación llevando dos tazas y olor a café.
-Qué buen humor por la mañana.
-¡Vamos! - le apremié- Tenemos planes.
Se incorporó contra el cabecero y yo me senté en los pies de la cama. Miré alrededor. Llevaba sin entrar allí desde que se la cedí a Paula y no sabía muy bien que podía encontrarme. La verdad es que estaba todo muy bien ordenado.
-Cuéntame, ¿qué planes son esos?
-Vamos de investigación por las casas de los vecinos.
-Ah, que no tuviste suficiente con tu vecino asaltapatios.
-No idiota, las dos siguientes de la comunidad son seguras. La tercera se supone que también, sino habría tenido dos Zfir asaltando mi patio. Hacia el otro lado no he ido aún. Me gustaría que revisáramos las dos en la que yo estuve y que echáramos un vistazo en la que encontré al Zfir.
-Sus deseos son órdenes para mí. - Curvó la comisura de su boca en media sonrisa.
-Te espero fuera. 

Obviamente iba a dejarle intimidad para vestirse y todo eso. Mientras preparé una mochila con lo que nos haría falta para el día. Cuando Paula estuvo lista salimos.
-Escaleras, ¿no?
-Sí, vamos a ir primero a casa de Fran, el vecino que me prestó la máquina de gimnasio.
-Perfecto. ¿Vamos a ir desarmadas?
-Yo voy armada, con eso tenemos, ¿no?
-Con tu permiso, yo voy a llevarme esto.
Se giró y cogió algo de una esquina del patio. Las tijeras de poda telescópicas.
-Pero si eso es para podar.
-Y para hacer daño desde lejos.
Yo soy gilipollas. Paula tuvo un arma bastante aprovechable todo el tiempo que estuvo en el patio. Pude haberme cargado a aquel Zfir que asaltó mi casa desde encima de la tapia si hubiera llevado las tijeras de poda encima. Al final, tiene que venir alguien de fuera a enseñarme lo corta de miras que soy.

Como pensaba, Paula me dio ideas nuevas respecto a la casa de Fran. Encontró unos mosquetones y su botiquín. Nos llevamos un par de luces que funcionaban a pilas y todas las velas que tenía de decoración. Enseñé a Paula donde estaba el coche y lo arrancamos.
-¿Qué te parece si ponemos las provisiones del coche amontonadas junto a la puerta trasera? - Me preguntó - Si sigue haciendo calor se va a evaporar todo el agua.
Cambiamos todo de sitio y lo dejamos bien organizado para unas prisas. Durante ese rato dejamos el coche arrancado.
Cuando terminamos eran las cuatro de la tarde, quedaban unas 3 horas de luz solar. Nuestras mochilas aún no estaban completas, así que fuimos directamente a la siguiente casa.
-¿Tienes la llave?
-Uhm no. - Respondí mientras saltaba la pared.
-¿Entonces?
-La trampilla del perro - repuse sonriendo.
-Estás de coña.
-Qué va.
Fue bastante gracioso verla arrastrarse por la puertecita llenándose de pelos de perro. Volvimos a encontrar algunas cosas interesantes. Un par de linternas y un frontal bastante luminoso. Ropa térmica que nos quedaba grande pero que podíamos usar, unos bastones para caminar, un par de cantimploras y un saco de dormir. Amigo cazador, gracias por este nuevo botín.

En realidad no me sentía a gusto en esas casa que no eran mías mientras me llevaba pertenencias de otras personas. Sí, al final el mundo se ha estampado y a mí me vienen bien para mi supervivencia. Pero me sentía como si estuviera robando a un muerto. Como si tuviera un cadáver delante de mí y le estuviera registrando los bolsillos por si llevara la cartera encima. Sacudí la cabeza para sacar esa imagen de mi cabeza. Quería irme ya.
-¿Nos vamos ya? Pronto va a anochecer.
-Deja que mire en este armario.
Comenzó a abrir cajones que estaban llenos de ropa de niño. Genial, lo que necesitaba para que siguieran viniendo a mi mente pensamientos horribles. Yo no sé si esta chica ha perdido toda su sensibilidad o qué, pero era incapaz de comprender cómo podía estar ahí tan tranquila, rebuscando entre la ropa de un niño que probablemente está muerto. Noté como el vómito vino a mi boca y tuve que lanzarlo.
-¡Coño! ¿Estás bien, Alba?
-Si, perdona. Una arcadita.
-Venga, vayámonos, aquí no hay nada.
Antes de salir de la habitación, eché un último vistazo. Bueno, quizás ese niño no estuviera muerto, ¿no? Ni resucitado. Podía haberse ido a mitad del campo, a alguna casa que tuvieran en un terreno, o alguna caseta de cazador de su padre, a refugiarse. Sí. Era posible. No, era muy probable de hecho. Vaya, prácticamente seguro que había ocurrido así. Sí.
Respiré hondo y volví a casa detrás de Paula. Ya era casi de noche.
-Oye Paula, creo que no deberíamos usar las cosas que hemos encontrado. Las de las pilas y eso, las velas sí. Quizás nos hagan falta más adelante.
-Sí, claro. Es una buena idea. ¿Te encuentras mejor?
-Sí. Gracias.
-Mejor así. No te agobies, seguro que están bien.
Me guiñó el ojo y se levantó a por la mochila para que organizáramos las cosas que habíamos conseguido. Me quedé perpleja. ¿Tan evidente había sido?

Cuando lo dejamos todo organizado nos fuimos a dormir. Pensé que me costaría mucho conciliar el sueño, nada más lejos de la realidad. Caí rendida de tal forma, que por la mañana no era capaz de levantarme. Tuve pesadillas toda la noche, pero no me desperté en ningún momento. Normalmente me levanto a una hora decente, más o menos sobre las 9:30 o 10. Esta mañana, cerca de las 12 llamó Paula a la puerta de mi habitación.
-¿Estás bien, Alba?
-Sí. Pasa.
Se sentó a los pies de la cama.
-Qué cama más grande, dormirás bien a gusto, ¿eh?
-Jaja, sí, está bien. Es una historia larga, ya te la contaré algún día.
-Oye Alba... Sé que las cosas están siendo difíciles, lo son para todos. Yo he pasado mucho miedo. Tú vives apartada, pero al vivir en el centro, yo tuve que ver muchas cosas horribles. Con esto te quiero decir que, al final, uno se sobrepone a estas cosas, te haces fuerte y no te afectan.
-¿Tú también vomitabas?
-Vomité mucho, muchas veces. Incluso cuando no tenía nada en el estómago. Pero al final sobrevivir a un mundo difícil te convierte en metal: frío y duro.
-Ya. Sólo es un proceso.
-Sí. Por cierto, ¿tenemos planes hoy?
-La verdad es que no.
-Genial, por que yo si tengo planes para nosotras.-La miré con curiosidad- Relajarnos.
Oye, sonaba bien. Creo que Paula entendía bien el batido mental que yo tenía ese momento. Realmente le agradecía la empatía que tenía hacia mí.
-Hoy no hay firiovirus, ni Zfir - dijo-. Vale, hace mal día, tendremos que quedarnos en casa. ¿Qué te apetece que hagamos?
-Uhm... ¿Te gustan los juegos de mesa?
-Mucho -dijo sonriendo.
Otra sonrisa asomó en mis labios.

Tengo una buena colección de juegos de mesa, soy bastante fan de ellos. Tras debatirlo durante un rato terminamos jugando a uno de mis favoritos. En él, tomábamos el papel de unos enanos que viven en una cueva y tienen que conseguir comida, animales, recursos para ampliar sus cuevas, y formas de conseguir dinero para comprar las cosas necesarias. Pero ojo, los turnos eran limitados y las acciones también. Al final, la estrategia mejor definida sería la que conseguiría la victoria. Era largo, pero teníamos tiempo de sobra. Primero le expliqué como se jugaba. Entre el rato que tardamos en montar el tablero, la explicación detallada con sus preguntas incluidas y una primera partida de prueba, entramos en la tarde. Jugamos una primera partida, que gané yo, y una segunda partida que ganó Paula.

-Oye, a este ritmo me vas a desbancar de ganadora oficial.
-No lo dudes. En estos juegos soy la mejor.
-Ya lo veremos. Por cierto, gracias.
-Para eso estamos.

Esta noche pinta mucho mejor que la de ayer. Mucho mejor.