lunes, 2 de marzo de 2020

Llegó el momento. He decidido dar fin a la cuarentena de Paula porque no presenta ningún síntoma patológico, pero lo que puede que acabe consiguiendo es enfermar por vivir a la intemperie. Mucho más con el empeoramiento del tiempo estos días.
Me parecía peculiar ese interés que tenía por mis plantas. Esta mañana, cuando me desperté, de nuevo estaba frente a mi invernadero. Mis plantas eran pequeñitas, apenas acababan de nacer. Cualquier persona podría destrozarlas fácilmente si quisiera. Pero no era su caso, las miraba con cierta curiosidad. Al poco dejé de observarla por la ventana, no quería que influyera en mis pensamientos.
Esta mañana no desayuné con Paula, ni siquiera bajé a la planta inferior. Me quedé en mi dormitorio, dándole vueltas a lo que estaba a punto de hacer. Los miedos seguían en mi cabeza, pero la chica estaba sana y no podía dejarla ahí más tiempo. Si finalmente no quería que se quedara en casa, tendría que irse. ¿Cuánto de injusto sería eso? Pues mucho. Mucho. Y cruel también. Eso de arrojar a alguien a la calle... Si no quería que se quedara en casa, nunca debí haber abierto la puerta. En ese momento hice caso a mi instinto y dictaminé mi suerte. Espero que hacia el lado correcto.

Hasta el mediodía no bajé a la planta de abajo. Cuando iba por la escalera ya pude ver a Paula pegada a la ventana. Vaya, sí que había notado mi ausencia. Cuando abrí, pude ver en sus ojos que se había percatado de la seriedad en mi rostro.
-Hoy no hubo café, ¿eh?
Negué casi imperceptiblemente con la cabeza.
-Vaya. Es serio de verdad. Supongo que quieres que me vaya, ¿no?
La miré sin decir nada, sin hacer ningún gesto. Sólo la miré. Un segundo. Dos. Tres. Cuatro.
-No.
-¿No?
-No.
Ya estaba dicho. Alea iacta est. Me acerqué a la puerta y abrí echándome a un lado.
-Pasa. ¿Quieres sentarte en el sofá? Puedes dejar la mochila en el suelo mientras. Voy a preparar algo para que comamos.
Mientras preparaba la comida, pude ver como Paula miraba cada rincón del salón, sentada desde el sofá. La comida fue más bien escasa, había comenzado el racionamiento, pero tendríamos comida, que era lo importante.
-Puedes quedarte, mi casa es tu casa.
-¿En serio?
-Sí, pero habrá algunas normas. De día, la puerta estará sólo bloqueada, pero por la noche la cerraré con llave. ¿Estás de acuerdo? – Asintió con la cabeza – Tengo comida, hice algunas compras antes de encerrarme en casa, pero es limitada. Si quieres quedarte, tenemos que racionarla para evitar que se acabe demasiado pronto. Además, yo llevaré el control de la comida que va quedando. ¿Te parece bien?
-Es una idea lógica. La poca comida que tengo, obviamente, la añadiré a tus reservas. ¿Sigues bebiendo agua del grifo?
-Potabilizada con lejía.
-Bien hecho. No creo que dure mucho el agua corriente.
-Yo tampoco. –Hice una pausa- Tu dormitorio está abajo. Tienes un baño justo al lado. La limpieza de tu baño y tu dormitorio la haces tú, lógicamente. Sólo te pido higiene. El resto de la casa nos ocupamos a medias.
-Perfecto.

Crují mis nudillos, yo ya había terminado lo que tenía que decirle.
-¿Alguna pregunta?
-¿Ese de ahí fuera te lo cargaste tú?
-Sí, era mi vecino. Saltó las tapias hasta que se metió en mi patio.
-¿Él sabía que estabas aquí?
-Sí.
-Vaya. Le reventaste bien la cabeza. Tienes armas de fuego, ¿verdad?
-Sí.
Asintió con la cabeza.
-¿Has saltado tú las tapias para ir a casa de tus vecinos?
-Sí, pero te lo detallo mañana, se nos ha ido la tarde. Ve a acomodarte en tu dormitorio, supongo que estarás deseando dormir en una cama. Esa además es de 1'35. Cuando termines cenamos.

La cena fue breve, no hablamos mucho. Yo había tenido mucha tensión todo el día y ella estaba deseando probar su nueva cama. Me va a costar dormirme, pero creo que he hecho lo correcto. El tiempo me dará la razón. O me la quitará.