sábado, 18 de abril de 2020

-¡Hay un conejo! ¡Has cazado! ¡Has cazado! – Abracé a Paula dando saltos.
Esta mañana encontramos al primer animal que caía en nuestras trampas. El sol brillaba  después de varios días de lluvia para felicitarnos por nuestra captura. Paula también sonreía dejándose llevar por mi alegría. Ya se encontraba mejor de ánimos. Ayer nos tomamos el día casi libre, improvisé una comida divertida e hice el payaso más de lo normal. Cada risa era un triunfo en mi batalla personal.
Según mis limitados conocimientos, había que desollar el conejo y sacarle las entrañas. Fue realmente asqueroso, incluso horrible, hurgar en las entrañas de ese animalillo, pero intenté hacerlo lo más divertido posible sin vomitar en el intento. Estoy segura de que podía haber sido una buena payasa de profesión, no entiendo cómo me decanté por la rama de las ciencias.
Cocinamos en el CampinGaz la poca carne de conejo que pudimos aprovechar, dado nuestro limitado conocimiento. Comerlo fue una experiencia indescriptible. Podía notar el frescor de la carne, las proteínas corriendo por mi cuerpo, dándome energía.

-¿Puedes creer que nunca me ha gustado la carne de conejo?
-Cualquiera lo diría – dijo Paula mirándome divertida.
Reímos con ganas. Tantas cosas habían cambiado... Cuántas veces mi padre me había puesto un plato de estofado de conejo en la mesa y yo no había probado bocado. Menudas broncas habíamos tenido. Ahora podría comerme un conejo recién cazado a la semana.

-Oye, siento mucho lo de estos días.
-Tranquila, no te preocupes. – Me levanté a limpiar los restos de la comida-. ¿Tú estás bien?
-Sí, bueno. Han sido unas fechas complicadas. Es como si fuera incapaz de dejar atrás la vida que tenía antes de esto.
-No tienes que darme explicaciones. Tú intenta darte tiempo. Todos lo necesitamos. –Asintió-. ¿Qué te parece si hoy pasamos de la radio y nos sentamos fuera a ver el atardecer? Si quieres podemos hablar de… la reproducción de las gallinas albinas.
-¡Perfecto! Si quieres vamos yendo, porque ya que lo comentas, tengo una teoría bastante interesante.
-¡No me digas! –Dije echándole un brazo por los hombros mientras salíamos de la habitación-. Cuéntame más, porque este tema me inquieta sobremanera…